XV

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PERCY

"¿Qué haces aquí?"

"¡Muuuuuuu!"

En el lago, unos nueve metros más abajo, se encontraba mi amiga de Long Island Sound: Bessie, la vaca-serpiente.

Eché un vistazo alrededor. Había grupos de niños correteando por el dique. También personas mayores y algunas familias. Pero nadie había advertido la presencia de Bessie.

Parecía alarmada, como si quisiera advertirme.

"¿Cómo has llegado?" insistí. Estábamos a miles de kilómetros de Long Island, a una enorme distancia tierra adentro. Era imposible que hubiese llegado nadando. No obstante, allí estaba.

Bessie nadó en círculo y dio un cabezazo contra el dique.

"¡Muuu!"

Quería que fuese con ella. Me decía que me apresurase.

"No puedo." le dije "Mis amigos están aquí."

Me miró con sus ojos tristes. Luego soltó un mugido aún más apremiante, dio un salto y se sumergió en el agua.

Titubeé. Algo pasaba y Bessie quería avisarme. Consideré la idea de saltar y lanzarme tras ella, pero entonces me llevé un susto de muerte: por el extremo este de la carretera se acercaban dos hombres con uniformes de camuflaje. ¡Guerreros- esqueleto!

Pasaron junto a un grupo de niños y los apartaron de un empujón. Un chico protestó y uno de los tipos se volvió hacia él, con la cara convertida por un instante en una calavera.

"¡Aaaah!" gritó el chico. Todo el grupo retrocedió.

Corrí al centro turístico.

Estaba casi en las escaleras cuando oí un chirrido de neumáticos. En el extremo oeste del dique, una camioneta negra viró y se detuvo bruscamente en medio de la carretera, casi llevándose por delante a un grupo de ancianos.

Las puertas se abrieron de golpe y se apearon varios esqueletos más. Estábamos rodeados.

Bajé las escaleras volando y crucé la entrada del museo. El guardia de seguridad del detector de metales me dio el alto:

"¡Eh, niño!"

Pero yo no me detuve.

Eché a correr y crucé la exposición como un rayo hasta camuflarme entre un grupo de turistas. No veía a mis amigos por ningún lado. ¿Dónde estaría el condenado bar?

"¡Alto!" gritó el guardia.

No tenía donde esconderme, salvo en el ascensor con el grupo de turistas. Me colé justo cuando las puertas se cerraban.

"A continuación vamos a descender doscientos metros." anunció alegremente la guía del grupo. Era una guarda forestal, con gafas de sol y el pelo negro recogido en una coleta. Supongo que no había reparado en que me perseguían "No se preocupen, damas y caballeros," prosiguió con una sonrisa "este ascensor casi nunca se estropea."

"¿Esto no va al bar?" pregunté.

Varios turistas reprimieron una risita. La guía me miró, y algo en su mirada me provocó un estremecimiento.

"Va a las turbinas, joven." dijo "¿No ha escuchado arriba mi fascinante presentación?"

"Ah... sí, claro. ¿No habrá otra salida allá abajo?"

"No hay ninguna salida." terció un turista que tenía detrás "La única salida es el otro ascensor."

Se abrieron las puertas.

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ᴍᴀʟᴅɪᴄɪᴏ́ɴWhere stories live. Discover now