Capitulo 38.

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MAIA CARRIZALES.

Voy abriendo los ojos y lo primero que veo, es algo totalmente blanco.

Giro un poco la cabeza y veo una puerta, una pared y el piso.

¿En dónde estoy?

Intento recordar cómo llegue aquí, pero lo último que recuerdo es estar en mi habitación con Nicolás encima mío haciéndome daño nuevamente.

Me empiezo a sentar lentamente en el colchón que estoy encima y después que lo logro y de que se pasa el pequeño mareo que eso me provoca, intento levantarme del colchón y caminar hacia la puerta, pero algo me lo impide y cuando volteo para ver de qué se trata, me encuentro con una de mis muñecas y uno de mis  tobillos encadenados a la pared.

Jalo las cadenas e intento liberarme de ellas, pero solo consigo desesperarme cuando no lo logro.

Escucho algo y al voltear, veo a Nicolás entrar a la pequeña habitación.

—Ya has despertado —comenta cerrando la puerta y posteriormente apoyándose en ella— ¿Has descansado bien?

—¿Por qué estoy encadenada? —le digo mientras sigo jalando las cadenas en un intento de liberarme.

—¿Acaso no es obvio? —me inquiere burlón—. Es para que no puedas escapar de nuevo.

—¡Suéltame! —le exijo intentando acercándome a él lo más posible. Él solo niega con la cabeza— ¡Nicolás, suéltame ahora!

—No —me dice acercándose a mi, pero no lo suficientemente para tocarlo estirándome lo más posible—. Y mejor ve acostumbrándote, que este será tu nuevo hogar por bastante tiempo.

Lo veo sorprendida.

—Debes de estar bromeando —comento y él niega— ¡No soy un puto animal! ¡Suéltame ahora mismo!

—No quiero —me dice—. Y mejor no gastes tu energía intentando hacerme cambiar de opinión, que no te va a funcionar.

—QUE ME SUELTES, CARAJO —grito intentando acercándome a él para golpearlo, provocando que Nicolás solamente sonría cruzándose de brazos—. NO ES GRACIOSO, SUELTAME AHORA MISMO.

—No quiero ni lo voy a hacer —me dice sonriente—. Así que, adelante, si quieres gastar toda tu energía para decirme para que te libere, hazlo, pero ten por seguro que no lo voy a hacer —se acerca a mí y antes de pueda golpearlo, él sujeta mis muñecas en el aire y las aprieta—. En vez de eso, te voy a decir las reglas que a partir de ahora, tendrás que cumplir sí o sí.

Me lanza al pequeño colchón en el suelo y se pone encima mío inmovilizando mis manos y poniéndose en medio de mis piernas.

—Primera regla —con una mano sujeta mis muñecas y con la otra, me agarra muy fuerte de la mandíbula haciendo daño—, aquí se hace lo que diga te guste o no; segunda regla, si no me obedeces, tendrás un castigo para nada lindo, así que mejor deja de fingir que eres valiente y obedéceme sin rechistar; tercera regla, tú y yo haremos el amor cuando, como y en donde yo quiera; y, cuarta y última regla, tienes que embarazarte lo antes posible, ya perdimos más de un maldito año por tu culpa y no estoy dispuesto a esperar más tiempo para ser papá, ¿entendido?

Lo veo con odio y digo fuerte y claro:

—No —frunce las cejas enojado—. Ni muerta voy a ser tu maldita perra como para obedecerte y mucho menos para darte un hijo.

—No era pregunta, es una orden —lleva su mano a mi cuello y lo aprieta un poco—. Así que o la acatas quieras o no o... bueno, no tienes otra opción que cumplirlas por las buenas o por las malas, y espero que decidas que no sean por las malas.

—Ni loca —siento como aprieta más mi cuello—. Mejor mátame y terminemos con todo esto.

—¿Segura? —lo veo decidida—. Que mal por Mauricio.

Lo veo sorprendida.

—Supongo que tu amiguito estará un buen tiempo en los separos —comenta mientras me deja en paz y se levanta—. Si no es que muere antes, claro.

—¿A qué te...? —sale de la habitación azotando la puerta—. NICOLÁS, ¿A QUÉ TE REFIERES? NO LE VAYAS A HACER DAÑO  —me levanto e intento con todas mis fuerzas alcanzar la puerta por la que salió— ¡ÉL NO TIENE LA CULPA DE NADA! ¡NICOLÁS, VUELVE! ¡NO LE HAGAS NADA, POR FAVOR!

Sigo gritando y estirándome lo más posible.

MAURICIO CASTRO.

—¡No nos puedes hacer esto! —veo como exclama enojado mientras agarra con sus manos los barrotes del separo en donde se encuentra— ¡Nos necesitas!

—¿Para qué? ¿Para que me sigan viendo la cara de imbécil? —cuestiona Nicolás molesto—. No, gracias, prefiero quedarme sin gama, delta y.... —lo escanea con la mirada de pies a cabeza— beta por un buen tiempo, o quizás para siempre, no lo sé, todavía no me decido.

—Haz con nosotros todo lo que quieras —habla Michael—. Pero no le hagas daño a Acacia, por favor.

—Ella no tiene la culpa de nada —le sigue Roberto—. Solo es una pobre humana.

 —Conozco perfectamente a MI mujer, no tienes porque decirme que especie es que ya lo sé —comenta Nicolás molesto y serio—. Y, por ella, no sé preocupen, también está recibiendo un  castigo por haberse separado de mí. Aunque, el de ella obviamente es diferente y más ligero que el de ustedes —veo como gira su cabeza y veo algo por el pasillo—. Oh, ya llegaron sus nuevos compañeros.

Lo veo confundido hasta que veo a dos guardias aparecer con algunos cuerpos inconscientes sobre sus hombros.

Abren la puerta del separo en donde me encuentro y dejan caer los cuerpos sobre el suelo antes de cerrar nuevamente la puerta e irse por donde vinieron.

—Espero que te lleves bien con ellos —me dice Nicolás viéndome fijamente.

Me acerco a los cuerpos mientras escucho a Nicolás discutir con León, Michael y Roberto, mientras les voy quitando las bolsas negras de la cabeza a los cuatro nuevos cuerpos de la celda.

Le quito primero la bolsa de la cabeza a una mujer pelirroja, luego a un hombre pelinegro, luego a una mujer castaña y por último, a Cameron.

Ay, mierda.

Reviso el pulso de todos y suspiro de alivio cuando compruebo que todos siguen vivos.

—Espero que todos disfruten sus grandiosas y largas vacaciones aquí —comenta Nicolás—. Si no es que mueren antes, claro.

Se gira y se va de aquí pese a los gritos de su beta, delta y gama pidiéndole que regrese.

Veo los cuerpos inconscientes delante mío, pero sobre todo, como todos ellos, excepto Cameron, tiene la misma pulsera que tenemos los demás, la cual, hace que no podamos usar nuestros poderes.


ENTRE MIS GARRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora