14.-Viggo: Dos adultos

31 2 11
                                    


Estoy casi seguro de que está procesando la información, pero por si acaso me aparto un poco y la miro con más perspectiva. Tiene los labios muy apretados en una línea muy dura, y la vista totalmente fija en la pantalla, con la película pausada.

—¿Hera? —pregunto de manera inocente, esperando que no esté sufriendo un infarto. No emite ningún sonido, así que insisto pasados unos segundos—. No sé si estás muerta de vergüenza, odiándome o debatiéndote entre rajarte las venas o saltar del tejado de cabeza.

—¿Hay una opción que las embarque todas? —por fin habla y yo me rio de mi propia tontería. Estoy tan conectado a ella que la mínima anomalía me asusta. Me acomodo en el sofá de nuevo, sin tocarla para nada y ella mira mis piernas—. ¿A ti te parece normal rebuscar entre mis cosas?

—¿Sí? —lo digo como pregunta y entonces me asesina con la mirada, dorada y brillante. No puedo evitar sonreír de pura arrogancia, pero a ella no le hace gracia.

—Espiar está mal.

—Yo no te espío, solo he rebuscado.

—¡Es lo mismo! ¡Espías mis cosas!

—A no ser que quisieras los condones para usarlos como globos, creo que me concierne a mi también.—Le sonrío y tengo el enorme placer de ver cómo el color sube rápidamente a su cara. Tiene tanta vergüenza que abre mucho los ojos, la boca y mete ambas manos en su sudadera.

Se levanta de la nada y desaparece por el pasillo par meterse en el baño con un portazo. Ahogo una risotada muy fuerte agachando la cabeza, pensándome bien qué hacer y qué decir. ¿Debería normalizar la situación? Probablemente si quiero que se sienta cómoda, pero, por otro lado...

Me levanto y me apoyo en la pared, dándole espacio sin llegar a entrar al baño con ella.

—Ni se te ocurra entrar.

—No iba a hacerlo —digo a través de la puerta. Escucho el agua corriendo, el armario abriéndose y cerrándose, e infinidad de ruidos más que me alteran. Solo quiero hablarlo y aunque me divierta hacer que se ponga nerviosa, tampoco quiero pasarme—. Sal y hablemos, te prometo que me portaré bien.

—Mentira. Tú nunca te portas bien.

—Claro que sí. Va, sal y te prometo que no diré nada más, ni siquiera me notarás cerca. ¿Quieres que me vaya a otra habitación? ¿A la casa del viejo? —propongo y la puerta se abre de par en par, dejando salir a Hera en manga corta y con una cola alta. Cierro la boca y sonrío de manera casual para que no note lo mucho que me gusta pero ella me mira, impasible.

—He cogido la caja de condones porque no sé si... No sé si de hacer algo, pudiéramos, bueno, tú no, pero yo, esto, quedarme embarazada. Todo esto teniendo en cuenta de que no tuvieras una enfermedad venérea. ¿Es eso posible? Qué ridículo sería —balbucea sin sentido, pero el hecho de que pueda hablar sin taparse la cara creo que es un avance—. ¿Hay un médico para los dioses? En plan, te constipas o, ¡vaya, creo que tengo ladillas!—Se lleva una mano a la frente y se la rasca, nerviosa—. He cogido la caja porque quiero estar lista por si pasa algo entre nosotros.—Aun a riesgo de cargármela...

—¿Algo entre nosotros?—Me fulmina con la mirada y yo retrocedo un paso, tocando la pared de enfrente con la espalda. Este maldito pasillo...—. Hace un día ni siquiera querías admitir que te gusto y, ¿ahora quieres meterme en tu cama? ¿Quién te ha dicho que yo estaría dispuesto?

—¿No lo estarías?

—¿Qué quieres que responda a eso, chiquilla?

—La verdad.—Se apoya en el marco de la puerta y se cruza de brazos, mirándome. La madurez que está demostrando me sorprende un poco y es que, quizás, yo seguía muy anclado en la Hera adolescente, que no se atrevía a tener una conversación seria sobre nada.

PROYECTO Y-13: ResurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora