Capítulo 02: Su cumpleaños

185 99 175
                                    

02 | SU CUMPLEAÑOS

Mi pecho subía y bajaba sin control alguno, mis manos contra el frío piso del subterráneo casi empezaron a temblar con desespero, y juro por un instante que no llegué a sentir mis piernas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.




Mi pecho subía y bajaba sin control alguno, mis manos contra el frío piso del subterráneo casi empezaron a temblar con desespero, y juro por un instante que no llegué a sentir mis piernas.

Estaba entrando en un ataque de pánico, iba a suceder de nuevo, después de tanto tiempo...

Cerré con los ojos con mucha fuerza, tanta que empezaron a doler y solo podía ver la presión que hacía con ellos, tirada en el piso me eché hacia atrás para alejarme de los rieles lo más rápido que mi cuerpo podía, chochando con un pilar de golpe. Me dolió el impacto, pero no me importó, recosté mi espalda al soporte y con desespero empecé a contar mentalmente para calmarme, si llegaba a tener un ataque de pánico ahí, en la espesa noche y con un total desconocido cerca no sé qué podría ser de mí.

Quería pararme y correr de ahí, quería gritar del desespero que sentía, quería simplemente desaparecer. Todas mis malas decisiones pasaron como una película delante de mis ojos, si no hubiera salido esa noche, si me hubiera quedado en casa, si solo yo no fuera tan terca, todo sería distinto.

Al abrir los ojos lo primero que noté fue como la bombilla que estaba justo arriba de nosotros tiritaba, encendía, apagaba, encendía, apagaba. Eso no me ayudó en lo absoluto a tratar de controlar mi estado. El ruido de los trenes se escuchaba a la lejanía, era un rugido que me ponía la piel de gallina. ¿Era un ruido lejano o... Cercano? ¿El tren donde estaban esos maleantes podía volver a esta estación?

¿Volverían? ¿Por qué querían secuestrarme? ¿Por qué trató de atraparme con tal desespero?

La pobre mujer del vagón estaba muerta, era su cadáver el que estaba a tan pocos asientos de distancia del mío, no estaba drogada, estaba jodidamente muerta mientras su mirada penetraba lo más profundo de la mía.

Otro escalofrío.

Recordar la forma en la que su vista caía en mí, como si fuera una última esperanza de vida... ¿Qué habrá sido lo último que observó antes de morir? Volví a abrazarme cuando de nuevo otro escalofrío me carcomió. Cerré los ojos para tratar de disipar el recuerdo tan marcado de su rostro sobre mí, sin mucho éxito.

Sin nada de éxito.

Sus ojos azules seguían divagando en mi mente como una imagen impresa que me perturbaba.

—¿Hey, estás bien?

La voz profunda resonó en el espacio tan grande y tan vacío como un eco. Llegó a mí con tanta fuerza que no tuve que abrir los ojos para saber que estaba cerca de mí. Recordé que no estaba sola.

El arte de mentir ©Where stories live. Discover now