P R O L O G O

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prólogo

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LA CHICA ESTABA TOTALMENTE ENFURECIDA

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LA CHICA ESTABA TOTALMENTE ENFURECIDA. Caminaba por la orilla de la playa a un lado de su hermano espiritual, Tul'yvie, quién se notaba a distancias kilométricas más sereno que ella. La luz anaranjada del atardecer hacía que su piel ya lisa se viera un tanto más oscura a diferencia de cuando aún vivían en la Tundra de Pandora. Su hogar destruido y abandonado.

Luna'pey no tenía idea de cómo habían llegado a esa situación tan molesta. Cuando vio venir a aquel chico con la intención de subirse a su hermano espiritual sin tener ninguna pizca de respeto por él, o incluso ella. Quiso tocarlo, aún cuando ella, su abuelo y Kailany, la Guía Espiritual de su clan le dijeron al Olo'eyktan Tonowari que nadie además de sus correspondientes hermanos Na'vi podían tocar a sus hermanos Leekran. De lo contrario, toda la tribu Artikùyen tomaría aquella acción como un acto de ofensa que podía pagarse muy caro.

Los del Artikùyen podían ser muy cálidos cuando eran tratados con el debido respeto, pero cuando esto no sucedía eran capaces de todo para poner los puntos sobre las íes. Tal vez los pudieran tomar como reverendos incivilizados, o como la Gente del Cielo siempre los llamó: albinos salvajes. No obstante, para ellos las leyes eran lo más importante, además, por supuesto, de su inmensa conexión con Eywa. Cuando ellas no se acataban, no había péndulo de hielo que fuera más helado y frío a la hora de tomar acción.

Luego de lo sucedido, Tonowari junto a su esposa, Ronal, Kailany y ella habían llegado al acuerdo de que era mejor que los Leekran y ellos tomaran un poco de distancia del Metkayina, esto para que después no hubieran malos entendidos. Luna aceptó, tratando de canalizar toda su furia en algo más que no fuera ese chico idiota que no hizo más que arruinarle la tarde.

Lo único malo de aquel tratado, era que alejarse del Metkayina también incluía alejarse de él.

─Él va a estar bien, hermana ─le dijo Tul'yvie en un gruñido suave.

La chica asintió cuando él le obstruyó el paso. No era la primera vez que lloraba, claro, lo había hecho muchas más veces cuando se despertaba por haber soñado con el canto de su madre o su padre, y el sonido de la risa de su abuela cuando apenas era una bebé descubriendo su hogar. Pero que no fueran ellos por quienes lloraba no hacía que fuera menos doloroso, o que le causara menos rabia.

DIASPORA (neteyam sully) BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora