CAPITULO 30

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-No tengo nada que hablar contigo. -Me cruzo de brazos.

-Pues no me iré hasta que charlemos.

-Ahí está el sillón, por mí te puedes quedar toda la vida.

Intento dar la vuelta, pero él me toma de la mano, halándome, para luego aprisionarme entre sus brazos. Puedo sentir su aliento en mi rostro.

-Suéltame por favor.

-Mírame. -Me solicita.

-No, ya déjame. -Forcejeo sin suerte.

-Tammy por qué eres así.

-Vete con Kelly, ella es como tú, son tal para cual.

- ¿A qué te refieres con que es como yo?

-Hermosa, popular, adinerada. No sé qué haces conmigo.

- ¿Estás celosa de Kelly?

-No. -Pero es mentira, en realidad sí lo estoy.

-Tammy ¿Qué tengo que hacer para que te abras a mí?

Su voz sonaba de verdad contrariada. Levanté los ojos hasta encontrarme con los suyos. Él no puede comprender que somos polos opuestos, simplemente no acepto que un chico tan increíblemente atractivo como Efraín, se fije en mí.

- ¿Por qué no me defendiste cuando Kelly me ofendió? Solo permaneciste en silencio, presenciando como ella me humillaba, pero ¿hiciste algo? No. ¿Te avergüenzas de estar conmigo? cualquier otra persona intercede por su novia.

Él guardó silencio unos segundos. Su turquesa mirada me abarcó sin pestañear.

-Todo este rollo es porque llevé a Kelly a su casa, ¿Verdad?

-Tan caballeroso. -Pronuncié con sarcasmo. -Desde que tengo memoria Kelly se ha especializado en martirizarme, no sabes el infierno que fue mi vida en la secundaria gracias a ella.

Efraín me suelta, alejándome de él lo más que puedo, su cercanía me debilita, como la criptonita a Superman.

Deja ir un pronunciado suspiro, para luego mirarme.

- ¿Quieres que le diga a toda la escuela que somos pareja? -Su propuesta me tomó por sorpresa. _Pues lo haré para que te convenzas.

-No tienes que hacer tal cosa, solo dame el lugar que merezco, y no me vuelvas a defraudar.

-Lo siento. -Me sonríe y es todo, el enojo se me fue por el inodoro. _ ¿Reconciliación? -Con precaución se acercó a mí, como no lo rechacé, ya que mis traicioneras piernas no se movieron, se agachó un poco hasta quedar a mi altura y me besó.

Despacio sus labios acariciaron los míos, un hueco se abrió paso en mi estómago, besa exquisito. No es como si tuviera mucha experiencia, pero lo que siento en definitiva lo acreditaba con una maestría en besos.

Sus manos viajaron por debajo de mi blusa, no me inmuté cuando sus dedos desabrocharon el sostén, ni me opuse cuando nuestros pasos nos digirieron a la recámara, escuché la puerta cerrarse a nuestras espaldas, tenía que detenerlo, conocía sus intenciones, me quedaron claras al retirar su camiseta y dejar al descubierto su tonificado pecho, me vi mordiendo el labio inferior en respuesta, hinchada de deseo, queriendo que aquel enigmático hombre me hiciera suya.

Aunque no tengo un cuerpo esbelto, soy delgada, por lo que cuando me desvistió por alguna razón ajena a mi entendimiento, no sentí pena, estaba ciega de deseo, el deseo que él despertaba en mí.

Estaba cansada de ser la niña buena, la mojigata, la que no quiebra un plato, por una sola vez en mi patética vida, me dejaría llevar por el corazón y no por la razón.

Su desnudez ha sido el más bello panorama jamás visto; ya no pensaba con claridad, al diablo con todo. Sus manos me recorrieron sin prisa, quemando su contacto como una brasa ardiente; su boca se apoderaba de la mía con necesidad.

Con los sentidos por completo nublados, me entregué a él, le di acceso a mi intimidad, no me importó que Mei estuviera en la habitación contigua, me sumergí en las profundidades de lo prohibido, de aquellos placeres privados para mí hasta ahora.

La respiración de él me hacía cosquillas en el cuello. Lo admiro dormir, es tan hermoso, me atrevo a tocar su desordenado cabello. Bueno sucedió, una virgen menos en este planeta. Siempre albergué temor de este momento, pero Efraín convirtió lo que pudo ser traumático, en un algo íntimo y especial que jamás olvidaré.

Me levanté con cuidado, moría de hambre, me puse su camiseta, ha sido una tonta fantasía que tengo, muchas películas románticas creo, usar la camiseta de mi amado. Olía tan bien, amaba su colonia, pero también olía a él, conservaba su esencia.

Llegué a la cocina y vi a Mei cocinando. Carraspeo para que voltee.

- ¿Cómo que alguien tuvo acción? -Observa con una sonrisa morbosa.

De inmediato mi cara arde y sé, aunque no me estoy viendo, que mi rostro es rojo manzana.

-Ya era hora. -Continúa. -De verdad llegué a pensar que terminarías en un convento. -Muerde una rama de apio y la mastica sin quitarme la vista de encima.

Después de la hoguera y quedando como rescoldo las cenizas, los temores me bombardearon a mil por hora. ¿Y si ahora me abandonaba? Si su intención fue siempre ésta y ya cumplido su propósito me tira como un objeto.

-Ya dime que ronda por esa cabecita, conozco esa mirada. -Me reclama mi amiga.

-Me he dejado llevar. -Afirmé pensativa.

- ¿Ya te arrepientes? -Achica aún más sus ojos.

-Un poco. -Contesto cabizbaja.

-Pues ya está hecho, no puedes devolver el tiempo.

-Lo sé. -La miro de reojo.

-Tam vive el presente, olvida el pasado y no te tortures por el futuro, vive el hoy.

Me encojo de hombros, Mei tiene razón, no puedo dar marcha atrás.

Le ayudo a preparar la cena, terminábamos cuando Efraín salió del cuarto, completamente vestido, a excepción de su camiseta.

-Bueno ya sé dónde está. -Me señala. -Me sonrojé al punto de que mi cara quemaba.

-Te la devolveré. -Paso a su lado con dirección a la recámara para cambiarme.

-Por mí no se preocupen. -Mei sonríe jocosa, y yo no puedo estar más avergonzada, claro no la culpo, mi novio sin camisa, le quita el aliento a cualquiera.

Entré y retiré la camiseta, colocándome mi sostén, que ubiqué debajo de la cama, mis bragas y un camisón largo. Una vez lista regresé a la cocina y le entregué a Efraín su prenda.

Se quedó a cenar con nosotros, estaba más cariñoso, compartimos un rato ameno. Cuando llegó la hora de partir, me sentí triste, pero sabía que lo vería en la universidad al día siguiente.

-Buenas noches. -Se despide, besándome con ternura.

-Buenas noches. –Respondo, verlo marchar, y anhelando que amanezca cuanto antes.

EfraínWhere stories live. Discover now