CAPITULO 43

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Llevaba dos semanas en que mi tía no me daba tregua. Todos los días me acostaba muerta del cansancio, para levantarme temprano y emprender los tours.

Gabo a veces nos acompañaba, cuando su apretada agenda se lo permitía. Su presencia me reconfortaba, pero el fantasma de Efraín me acompañaba, por más que intentara no pensar en él, se estaba volviendo misión imposible.

Aunque la separación me afectó, alejarme ha sido mi mejor decisión. Aun así, al imaginarlo con Olivia, se me revuelven las entrañas, y las ganas de llorar reaparecen.

Sin embargo, ese domingo sentí que mi mundo se desmoronó al enterarme de una funesta noticia, al menos para mí. Mi celular sonó, era Mei.

-Hola Calabaza. -La saludé.

-Hola Nicolasa. -Su voz me alarmó.

- ¿Qué sucede? -Indagué.

-Glenn me aconsejó que no te contara, pero debes saber.

-Sólo dilo Mei.

-Efraín se casó la semana pasada.

- ¿Qué? -Sentí como si mi cuerpo se suspendiera y una sensación de vacío se incrustara en mi estómago.

-Lo lamento, me enteré por Kelly, lo gritaba a los cuatro vientos, conociéndola quería que yo escuchara. Sin embargo, dudando de la fuente de información, indagué por mi cuenta, y es verdad.

Guardé silencio, no podía hablar, las palabras se me atoraron en la garganta.

-Tammy. -Me llamó.

-Sabes que, recordé que tengo un pendiente, sí, yo... nos hablamos luego.

Y colgué, escondí la cara debajo de la almohada para ahogar el llanto que corría con libertad por mis mejillas. Era una mezcla de dolor, rabia, decepción y despecho.

Tomé el celular y marqué ese número, ¿por qué? no lo sé, quizás necesitaba desahogarme.

-Hola Tammy que sorpresa.

-Gabriel. -Sollocé.

- ¿Tan qué sucede?

- ¿Puedes venir por mí?

-Sí claro.

-Por favor date prisa.

- ¿Quieres que vayamos a algún lugar?

-Sí, tú decide.

-Está bien, voy para allá.

Me levanté, lavé mi cara varias veces, me recogí el cabello en una coleta, tomé el bolso y salí, para esperarlo afuera.

-Tam cariño ¿Dónde vas? ¿Estás bien?

-La pregunta del año tía. -Dije con sarcasmo.

- ¿Efraín? -Consultó con su semblante lleno de comprensión.

-Se casó. -Las lágrimas volvieron a brotar.

-Oh cariño. -Intentó acercarse, pero con la mano le indiqué que no.

-Gabriel viene por mí, no puedo permanecer aquí, siento que me asfixio.

- ¿Quieres que lo hablemos?

-No tía, te lo agradezco, solo déjame ir.

Comprimió los labios en una línea para luego asentir con tristeza.

-Gracias.

Cuando Gabo llegó estaba sentada a la orilla de la acera, con la cabeza metida entre mis piernas. No me percaté de su presencia hasta que se puso de cuclillas a mi altura.

-Tam. -Lo miré encontrándome con sus achinados ojos y una sonrisa.

Lo abracé y comencé a llorar de nuevo. Se sentó junto a mí, con mi cabeza hundida en el hueco de su cuello, besó mi frente.

-Soy una tonta. -Al fin pude expresar.

- ¿Por qué lo dices? -Su mano se perdió en mi cabello, acercándome más a su lado.

-Creí en él, y me engañó, acabo de conversar con Mei, Efraín se casó con ella.

-La ex novia enferma. -Afirmó. Le había contado a Gabo algunos detalles del término de mi relación con Efraín.

-Sí, ya no quiero sufrir más por él, quiero arrancarlo de mi corazón.

-Vamos a mi apartamento, la calle no es lugar para discutir estos temas.

-Me ayudó a levantarme, y como un caballero, me abrió la puerta del copiloto.

En silencio marchamos hacia su apartamento, mi mente divagaba, recordando los momentos compartidos, y el pecho se me oprimía, la sensación de no poder respirar, regresaba.

Ingresó al parqueo de un alto edificio, cuando el vehículo se detuvo, se apresuró a abrir mi puerta de nuevo. Me ofreció su brazo, lo rodee con el mío y nos dirigimos al ascensor.

La altura me afectó un poco, vivía en el piso doceavo. Estaba decorado con cuadros abstractos, con colores vivaces, las paredes de un azul opaco, los muebles rústicos, a Gabriel siempre le gustó lo sobrio.

- ¿Quieres que hablemos sobre eso?

Lo tenía muy cerca de mí, tanto que su respiración golpeaba mi rostro. Alcé mi vista ya que es más alto que yo. Remembré mi amor de niña hacia él, y sonreí.

Él me miró con el ceño fruncido, quizás confundido. Ahora observé su boca, aquellos labios que antaño soñé que me besaban. No sé si fue por mi actual estado de ánimo, pero me impulsé sobre él, y nuestros labios se unieron.

Al principio se separó, observándome, como analizando la situación, para luego y ante mi asombro, corresponderme. Nos fundimos en un abrazo, podía sentir su anatomía pegada a mi cuerpo. El beso se incrementó al punto, que terminamos en su habitación.

Si Efraín estaba con otra, al diablo con todo. Se acabó la Tammy tonta e inocente, decidí cambiar, y lo haría para demostrarle a todos, que no era una perdedora.

Esa noche Gabriel y yo hicimos el amor, me dejé embriagar por sus caricias, sus besos, me entregué a él, como alguna vez lo hice con Efraín, y lo disfruté.

A la mañana siguiente, desperté y mi mano recorrió su lado, pero no estaba conmigo. Me enderecé bostezando, y estirándome a mis anchas.

Al levantarme, encontré una camiseta de Gabo sobre una silla, me la puse y fui en su búsqueda, lo encontré en la cocina.

-Hola dormilona. -Me da un beso casto, pero lo sostengo de la nuca y me apodero de sus labios con necesidad. Gabriel me rodeó con sus brazos, levantándome para luego sentarme en la mesa.

-Te iba a preparar el desayuno, pero puede esperar. -Sonrió.

Las sábanas blancas, aún desordenadas por la noche anterior, nos recibieron y por segunda vez, fui suya.

Estar con Gabriel, me agradaba, me hacía olvidarlo, o al menos, su presencia se sentía más lejana.

Ese día, me lo dedicó. Llamé a mi tía para indicarle que estaba bien. No salimos del apartamento, hablamos de asuntos triviales como su carrera de modelo, los lugares que aún me faltaban por conocer, y visitaríamos juntos.

-Gabo ¿Conoces un buen estilista?

-Sí, ¿Por qué?

-Deseo cambiar mi apariencia, por primera vez quiero hacer algo por mí.

-Tus deseos son órdenes. Sacaré una cita para mañana. Sé que Cora tiene una agenda apretada, pero conmigo hará una excepción.

-Gracias. -Nuestras miradas se encuentran.

-No tienes qué.

-Gabo, ¿Lo que sucedió entre nosotros? -No supe como continuar.

-Shhhh, calla. Dejemos que el río fluya, y vemos dónde nos lleva la corriente ¿Te parece?

-Por completo de acuerdo. -Sonreí, para asirme de su boca e inundarme de su calidez.

EfraínWhere stories live. Discover now