XVII. La Propuesta

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Aegon se sentó a su lado, resoplando un poco. No le pasó desapercibida la comida intacta en el plato de Aemond ni tampoco la tensión en sus hombros. Era casi como un punto oscuro en medio de la celebración… La primera desde que Lucerys se había ido. El compromiso de Daeron y Joffrey era perfecto. Ambos se veían felices mientras bailaban y conversaban. Una pareja hecha por los mismos dioses. No podía evitar sentir cierta envidia.

Aemond, en cambio, no podía estar más desinteresado en la fiesta. No dejaba de rumiar una y otra vez las palabras de Dalton, su atrevida invitación. Una provocación clara a la que su raciocinio le instaba en no caer pero tenía el impulso… La desesperación por saber sobre Lucerys. ¿Serían mentiras…? Quizá. Los Greyjoy no eran famosos por su honor, mucho menos por su honestidad. Pero había algo que Aemond no podía dejar pasar. Sabía que Dalton ocultaba algo. Si su mirada fuese una daga, el lord de las Islas del Hierro tendría la espalda sangrando.
Bebía y se reía con su comitiva, haciendo un escándalo y comentarios poco apropiados pero que la embriaguez podía llegar a justificar.

— ¿Sigues con lo mismo…? — Aegon notó la mirada fija de su hermano y suspiró — No te recomendaría buscar problemas con Dalton. Es claro que te está provocando nada más — comentó. Aemond no dijo nada. La desesperación y la incertidumbre estaban alimentando su impulsividad — Aemond — insistió el mayor e incluso trató de buscar la mirada de su hermano — No es el momento. No tomes una decisión que puede llevarnos a un problema mucho mayor…

— No recuerdo haberte pedido consejos — soltó finalmente Aemond, mirando a Aegon por fin — Sé que ese hijo de puta sabe algo. Y sé que quiere provocarme pero yo… — sería una decisión estúpida y lo sabía. Era consciente de ello pero a esas alturas necesitaba aferrarse a algo, cualquier cosa… Lo que fuera, con tal de saber aunque sea un susurro sobre su familia —Nadie más sabe nada. Nadie ha visto nada. He buscado por todo Poniente, he pagado para buscar en Essos… Es… como si se hubieran desvanecido.

Aegon apretó un poco los labios. Sabía bien que Aemond era nuevo tratando con la sensación de pérdida. Había logrado acercarse a él a través de ese sentimiento pero era evidente que su hermano no estaba en condiciones de resignarse. Era poco probable que Lucerys o sus hijos estuviesen con vida después de tanto tiempo. Todos lo sabían y estaba seguro de que Aemond también lo sabía pero simplemente se negaba a aceptarlo. Se estaba aferrando a una esperanza, negándose a soltar las espinas que claramente lo estaban hiriendo.

Siguió la mirada de su hermano y se encontró con que, en ese momento, Dalton le regresaba la mirada a Aemond. Había algo en él que volvió a sacudir esa sensación de intranquilidad. Su sonrisa le parecía incómoda y rara. Entonces el lord se levantó cuando la canción terminó. Aegon creyó que se acercaría a la mesa en donde estaban pero, en su lugar, se acercó a Daeron y Joffrey. No podía escuchar lo que decía pero pronto entendió que había pedido una pieza de baile a Joffrey. La siguiente canción empezó y Daeron regresó a su sitio en la mesa principal mientras su prometido y Dalton bailaban al ritmo.

Había bastante gente en la pista y era difícil seguirles el paso. La canción iba demasiado rápido e involucraba varias vueltas y giros. Aún si hubiera puesto toda su concentración en ello, Aegon no podía alcanzar a ver con claridad a su futuro cuñado ni a Dalton. Estaba tan absorto en ello que se sobresaltó cuando Jacaerys le tocó el hombro. Se dio cuenta entonces de que Aemond se había ido y solo pudo suspirar.

— ¿Estás bien? — preguntó el castaño, tocando su mejilla — Te ves algo pálido… ¿Quizá sea buena idea terminar por hoy la fiesta? — su tono era como una sugerencia mas que una imposición — Recuerda lo que dijo el maestre, mi vida…

— ¿No te parece raro que Dalton Greyjoy haya pedido bailar con Joffrey…? — Aegon quiso volver a buscarlos en la pista pero ya no podía ver a ninguno de los dos. Jacaerys miró también la pista pero se encogió de hombros.

La sangre del dragónWhere stories live. Discover now