Abogados

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Gracias a la prórroga que Roseanne casi tuvo que suplicar a la joven juez competente, lograron más tiempo para replantear la situación debido a que para ella este caso era muy importante también...

El tiempo que se había impuesto eran solo 4 días. Pero, era lo suficientemente bueno. Ahora el problema era Jennie. Lo que el demonio ese, le hizo y lo sucedido con su hija la había desmoralizado casi por completo. Ya que tenía que estar lúcida en la corte le enviaron un medico para monitorearla...

Había dejado su trabajo por un tiempo y ni hablar de que no había podido hablar con Lía sobre lo sucedido. Había estaso entre abogados, llena de papeles y prácticas sobre el juicio. Que aunque se había tomado como "caso en el estrado del Juez" se daría a la prensa los resultados después de cada cita.

Justamente, se encontraba en su nuevo y temporal departamento con Rosé y sus demás asistentes del juicio.

- Jennie.

La nombrada se hayaba perdida en sus pensamientos mientras, veía con nostalgia el exterior por el ventanal de aquel departamento... La noche fría susurraba sus premoniciones sobre su futuro... Y la confirmación de que un solo paso en falso la llevaría a la ruina se deslizo en forma de hojas secas sobre sus ojos hasta dispersarse por el avasallante viento de la profunda noche vacía.

Era tan abrumadora la sensación de casi poder probar la libertad con la punta de sus dedos y al mismo tiempo saber que esa correa imaginaria en su cuello podría apretarse hasta dejarla en la nada.

- Jennie, esto... Licenciado Capir, ¿Le molestaría enviar esto a mi oficina?

Sabiendo que una vez más, la morena estaba exhausta del día decidió ser paciente.

- Ah! Y no olvide enviar los citatorios. Valla a casa licenciado, nos vemos en... - viendo su reloj hizo un rápido cálculo mental - 33 horas y 25 minutos. Descanse.

El licenciado solo obedeció y tonando lo ordenado procedió a abandonar el departamento. Roseanne se tomo la libertad de entrar a la cocina de la morena para prepararle un té que le diera un poco de confort.

El espacio era mediano. Al punto de lograr ver con facilidad a la morena desde el pequeño buró del lavamanos. Ahí, a metros de la mesa central recostada sobre el sillón de cuero sintético gris. Un rostro apático, más que de costumbre. Si la abogada debiera ser quien tuviese el poder de castigar a esa bola de porquerías humanas, lo haría sin duda... Sin embargo, a ciencia cierta sabía que incluso ella podría ser culpable a su manera también... Por Dios, aún se sentía avergonzada por el odio que sin sentido guardo en su corazón por tantos años...

El silencio que rondaba ambas mujeres no era incómodo, aunque tampoco era lo contrario. Simplemente cada una perdida en sus cabezas sin reconocerse mutuamente en el mismo espacio.

- ¡Ahg!

Un quejido rompió el silencio logrando que Kim se viera suelta de sus pensamientos atendiendo a su curiosidad.

- ¿Que ha pasado? ¿Estás bien?

Los ojos permisivos marrones la denotaron levemente perdiéndose en sus razgos. Aun había una gran notoriedad en los morados en su rostro. Pero lo que aún le perturba era la bufanda que adornaba su cuello falsamente. A veces incluso, era una capa levemente gruesa de base para ocultar su extensión lastimada.

- Me he derramado el agua encima... Solo eso - Susurrando la última parte, una locura quiso tomar posesión de sus labios. Logrando así que éstos solo se apretaran asustándose así misma por su grado de descontrol mental.

- Ten cuidado. Te traeré una pomada.

Sin esperar respuesta se perdió en la distancia dejando a la rubia en su trance de nuevo. Recargando sus brazos sobre el marfil inclinando su cabeza levemente hasta tocar la solida materia. Soltando todo el aire que no sabía estaba conteniendo.

Cafuné (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora