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"Bienvenidos al infierno, dónde todo es de mentira.

O quizá, no todo..."

・・・

Caliente.

Lo primero que sintió es que estaba sobre algo caliente.

Voces.

A lo lejos se escuchaban voces graves, fuertes, que se oían como murmullos.

Dolor.

El maldito dolor punzante en su cabeza era horrible.

Abrió sus ojos y una potente luz lo cegó un instante por completo. La luz roja, proveniente de llamas ardiendo, venía de una gran estufa a pocos metros de él. ¿Dónde estaba?

—Por fin despiertas. —dijo alguien a sus espaldas, volteó por puro instinto y se sorprendió al ver el lugar en el que estaba.

Las paredes eran completamente color rojo con tonalidades café en puntos específicos y el suelo de piedra rojiza. Era como estar dentro de una parrilla.

Habían estrechas columnas que sostenían el techo, como si fuese una cueva gigante, del que colgaban objetos de ¿castigo?

También habían lamparas que parecían antorchas en cada esquina, dos sofás enfrentados, una cama matrimonial con funda negra y colchas a juego y un escritorio repleto de hojas.

—¿Te sorprende? —volvió a decir el mismo chico de antes.

Era alto, seguramente solo unos centímetros más que el pelinegro, pero si era mucho más imponente.

—¿Dónde estoy? —fue lo único que pudo articular. Estaba demasiado impactado como para preocuparse por otra cosa; como quién era él, por ejemplo.

—¿Sabes qué no se debe responder a una pregunta con otra no, bonito?

Fijó su mirada en él, quien lo observaba divertido, y frunció el ceño sin poder procesar lo que había dicho. ¿Lo había llamado "bonito"?

—A los chicos no nos gusta que nos digan bonitos. —espetó.

El chico, cuyo nombre desconocía, avanzó en su dirección y frunció aun más el entrecejo. Cuando lo tuvo frente a él no pudo evitar sentir miedo, de cerca imponía muchísimo más. Tomó su mentón entre sus largos, y huesudos, dedos suavemente y murmuró:

—Pues, para mí, tú eres bonito.

Intentó alejarlo pero fue en vano. Su cuerpo era delgado pero parecía tener la fuerza de cincuenta hombres. ¿Qué estaba pasando?

—¡Suéltame! —rugió.

—Oh. —masculló con una risa ronca. —El niño bonito tiene carácter, me gusta. —definitivamente, si no dejaba de llamarlo así le iba a romper la cara.

—Suél-ta-me. —repitió detenidamente.

—¿Y si no quiero? ¿Qué harás? —preguntó divertido sin apartar la mirada de la suya.

—Romperte la cara.

—Muy malo. —susurró. —Muy, muy malo. —acercó su rostro más al del pelinegro y murmuró: —Quiero ver como lo intentas.

Y lo que sucedió luego no lo esperó. El chico lo besó.

Intentó alejarse de él pero fue inútil. El beso era brusco y demasiado tosco para Hueningkai. El chico mordió su labio inferior fuertemente haciendo que ahogara un jadeo de dolor y rasguñó sus muñecas en busca de que lo soltara pero no sirvió de nada.

No supo si habían pasado solo unos segundos o unos minutos, para Kai había sido una eternidad, cuando finalmente el chico se apartó de sus labios agitado.

—Me gustan tus labios bonito. —empujó el pecho de Kai para que cayera espaldas al suelo, quedando así sobre el pelinegro y llevó las manos del mismo sobre su cabeza. Hueningkai se removió incómodo, lo que hizo que el chico colocara una pierna entremedio de las contrarias creando fricción de su rodilla con la entrepierna de Kai. —Creo que tú serás mi nuevo juguete. —dijo y aumentó la velocidad del movimiento en círculos. El pelinegro arqueó la espalda sin poder evitarlo. —Y tienes que saber que soy el mejor si se trata de jugar. —gimió suave y finalmente se vino.

El chico de cabello rubio volvió a besarlo y al notar que ya no tenía fuerzas para negarse simplemente lo dejó ser.

En ese momento no entendió sus palabras pero si le hubieran dicho que por hacer ese ritual iba a acabar en eso, jamás lo hubiera siquiera pensado.

En ese momento no entendió sus palabras pero si le hubieran dicho que por hacer ese ritual iba a acabar en eso, jamás lo hubiera siquiera pensado

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𝑇ℎ𝑒 𝐷𝑒𝑚𝑜𝑛 - 𝑆𝑜𝑜𝑘𝑎𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora