07

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La noche era incómoda y silenciosa para Hueningkai.

Por alguna razón, la gran casa en la que Soobin vivía no tenía ventanas, parecía una prisión dentro de una mansión, quiso preguntarle al rubio pero por puro orgullo no lo hizo.

Estaban recorriendo uno de los pasillos hacía la cocina cuando se percató de que había habitaciones que él desconocía por completo. En todo ese tiempo allí, jamás se había preocupado tanto por como lucía la casa en sí, pero le asombraba la cantidad de color rojo y negro. A Soobin realmente le gustan esos colores.

La luz escasa en el techo de los pasillos no lo perturbaban, pero los cuadros ubicados allí si. Parecían seguirlo con la mirada todo el tiempo y eso le daba un extraño sentimiento de inquietud.

—¿Lindos cuadros no? —preguntó el rubio al ver a Kai mirarlos uno por uno
—Son históricas obras de arte.

—Ajá. —murmuró. —Hermosos. —escupió con sarcasmo.

—Se nota que no eres fan del arte. —rodó los ojos ante esa respuesta y Soobin abrió una de las puertas que llevaba a la cocina.

—¿No sientes que te observan?

—Es lo mejor que tienen, siempre sentirás que hay alguien contigo. —contestó con un encogimiento de hombros, el pelinegro no podía creerlo.

—Estás completamente loco.

El rubio no respondió, se limitó a reír y a dirigirse a la mesa de la cocina. La chica rubia, vestida como maid, se acercó a él. Soobin le susurró algo al oído a la chica, quien asintió y luego de una reverencia se fue.

Hueningkai frunció el ceño.

—¿Ella quién es? —dijo, a la vez que tomaba asiento en una de las sillas de la mesa.

—Mi ama de llaves, se encarga de la limpieza y de la comida. —contestó y entrelazó sus dedos con sus codos apoyados sobre la mesa. —¿Por qué? ¿Te interesa?

—Imbécil. —gruñó y, con una idea en mente, agregó: —Pero ahora que lo dices... Quizás si, es bonita.

Soobin se mofó y frunció el ceño, el color de sus ojos cambio de color a un rojo puro como las llamas y levantó a Kai de su asiento poniéndolo en cuatro sobre la mesa de la cocina.

—Repite eso bonito. —ordenó mientras sostenía a Kai de sus dos manos y desabrochaba sus pantalones. —¡Hazlo!

—No... —se quejó por el dolor en sus muñecas y trató de zafarse.

—Te dije: ¡hazlo! —repitió más fuerte. —Lo dejé pasar con el estúpido de Wang, pero no la dejaré pasar esta vez. —Kai empezó a sentir miedo. —Tu eres mío. ¡Malditamente mío! Y que no se te olvide bonito.

Soobin odiaba que Kai jugará como quisiera con él. No le gustaba la manera en la que el pelinegro parecía no tener miedo de él. ¡Todos debían temerle! Por eso, en esos momentos, disfrutaba ver su cara extasiada en miedo y excitación. Solemne y hermoso, simplemente perfecto. Así deberías ser siempre.

Si Kai quería jugar con fuego, jugarían. Pero uno de ambos, al final, se acabaría quemando.

 Pero uno de ambos, al final, se acabaría quemando

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𝑇ℎ𝑒 𝐷𝑒𝑚𝑜𝑛 - 𝑆𝑜𝑜𝑘𝑎𝑖Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt