extra #2; cristal.

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Jisung nunca creyó que su felicidad sería al lado de alguien, siempre pensaba que sería sólo, viendo a los demás ser feliz, haciendo parejas juntas y felices, porque para Jisung eso era bello y suficiente, adoraba hacer felices a los demás, por lo que nunca se replanteo que cuando sería su turno o si debía merecerlo él.

Pero viendo a Minho supo que él también lo merecía.

Ah, Lee Minho, aquel moreno chico con la mirada más dulce del mundo y el corazón más puro, amante de las flores, filosofía y con composiciones perfectas, una voz que le acariciaba los oídos, una calidez que lo adormecida y una belleza que lo encandilaba. Perfecto.

¿Pero él lo merecía? ¿Realmente era su hilo rojo? ¿Su otra mitad? Pero antes de que él apareciera ¿no había alguien más, le habría quitado el destino a alguien más, le habría quitado la felicidad y la oportunidad de amar a alguien más?

Se atormentaba cada noche que Minho no estaba, no quería ser feliz a costa de la de alguien más. ¿Y si lo mejor hubiera sido morir? Su vista se posó en la ventana de al lado.

Tragó en seco. Los humanos son débiles, son capaces de morir por cualquier estupidez, un resfriado, por hambre, por sed, por mucho calor, por mucho frío, por quemarse, por congelarse, por caerse, por el agua, por la comida, por la ropa, hasta por despertar. Todo era un potente peligro a su vida, hasta su integridad metal, hasta el mismo cerebro es capaz de obligarle a morir, a matarse.

Esquizofrenia, depresión, ansiedad.

Que débil y delicado es el ser humano.

¿Eso lo hacía débil a él también? Era mucho de que debía cuidarse, parecía un chiste, uno muy malo. ¿Dios realmente los hizo para vivir o sólo era una broma de mal gusto suyo? ¿Por qué los hizo tan propensos a morir en primer lugar?

Jamás lo entendería.

—¿En qué piensas, ángel?

Ángel se había convertido en el apodo favorito de Minho desde que despertó, adoraba ese mote tan dulce, su sangre se multiplicaba y recorría sus mejillas, sus cuerpo temblaba de felicidad y su sonrisa aparecía de golpe.

Se sentía pleno.

—En lo débil que es el ser humano.

—Sin duda, el ser humano es como el cristal, a pesar de ser uno de los minerales más flexibles, es delicado, un sólo tropiezo y se rompe en mil pedazos.

—Es triste, ahora soy así, Minho, no quiero romperme, no quiero que por mis pedazos alguien salga lastimado, no quiero que por verme en el reflejo, alguien no sea capaz de verse.

Minho se sentó a su lado, viendo por la ventana junto a él. Se veía el gran cielo azul, pasto verde bailar al compás del viento.

—Yo antes estaba enamorado de una chica, siempre quería ver al mundo ser feliz, siempre ayudaba al prójimo. Era mi otra mitad lo podía sentir. Pero ella era más frágil y decidió romperse hasta quedar polvo, irreparable.

Podía sentir tristeza de Minho, alzó su mano hasta la suya y la acarició.

—Lo bueno de los cristales, Ángel, es que pueden ser reparados y quedar más fuertes que nunca.

—¿Y si te cortas en el proceso?

—Las cortadas cicatrizan, y más rápido si alguien las cura, Ángel.

Supo en ese momento, que él quería cicatrizar todas las heridas de Minho.

¡Cupido en apuros!Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz