Capítulo 2

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William Davis

__ No quiero que le presentes compañías raras a mi hijo - sentencia Rebeca con desdén. - Sus horas de comida, horarios de clase, salidas escolares...

Me entrega un papel que tomo, lo sé todo pero no digo nada para evitar otra discusión.

Me odia, y no pretendo hacer que esto crezca.

Fue una esposa fenomenal, una mujer como ninguna y una compañía maravillosa. Pero desde que le confesé algunas cosas se volvió todo lo contrario a lo que era conmigo. Quizá se trate solo de rencor por haberla engañado con verdades que desaté al liberarlas.

Siempre me dijeron que haría daño callar pero ahora entiendo que también lo causa ser sincero. Quizá se trate de un mundo que se encuentra al revés o algunos tengan razón al decir que hay cosas que no deberían de existir. De todos modos, de nada me sirve lamentarme, no puedo cambiar el pasado.

Con la mochila de mi hijo y él de mi mano salgo de la casa.

__ ¿Podemos ir al parque? - Rebeca nos vigila desde la puerta, ignoro el hecho que desconfíe de mí como si fuera a hacerle daño a lo que me mantiene en pie aún. - Me porté bien en la escuela

__ Podemos. - acepto sabiendo que es más un juego para él. Le gusta ver qué puede tener tiempo que ocupa para correr libremente ya que la casa, la cual habita con su madre desde hace unos meses, no tiene tanto espacio para su libre recreación.

__ Mamá dice que le llame si tenemos compañías, pero tú siempre estás solo. - abrocho su cinturón.

__ No estoy solo. Te tengo a tí. - se ríe al ver que también lo tomo con humor. No tendría porqué ser de otro modo, aunque Rebeca lo haga para hablar mal de mí o ponerlo en mi contra, no haré lo mismo. Mis cargas son mías y veré cómo las soluciono, no tengo porqué pasarlas a Giulio.

Evito mirar a la mujer que fue mi primer amor, esposa y quien me dio la dicha de tener a mi hijo. Pelear con ella sería muy fácil, no soporta mi presencia ni mucho menos mi cercanía. Sé que está herida y comprendo que me odie, pero yo a ella no.

Sería imposible odiar a quien un día amé, ahora es cariño y hasta culpa por hacerla conocer emociones tan negativas como lo es el rencor.

__ ¿Papá, iremos a ver a los bebés de la mujer bonita? - pregunta haciéndome reír. Alana se ganó su cariño muy fácilmente aunque también tuvo que ver sus hijos.

__ No se puede. No se encuentra en la ciudad desde hace dos días. - le cuento - Tuvo que regresar a su casa con los bebés.

__ ¿Podemos ir a su casa? - nos detenemos en un semáforo.

__ Quizá en unas semanas, por ahora tienes escuela y no hay permiso de tu madre para salir del país. - se desanima con mi respuesta - Pero trataré de hablar con ella, ¿vale? Quién quita y lo logremos.

__ ¿Lo prometes?.

__ Lo prometo. - digo viéndolo por el espejo retrovisor.

Sonríe de inmediato al ver que estoy decidido a intentarlo, espero no ponga trabas aunque en realidad lo dudo. Tiende a pensar que lo llevaré conmigo para no dejar que lo vea, desde que nos separamos cree que soy lo peor de la existencia. Dejo pasar todo porque no voy a iniciar otra disputa con ella, no lo merece ninguno de los dos.

Pasamos un rato en el parque, en el cual me relata sus vivencias infantiles no tan infantiles. Rápido se aburre y decidimos irnos a donde nos esperan

Al llegar a mi apartamento voy directo a dejar las cosas de Giulio a su habitación, mientras este va con la mujer, la cual preparó postres para recibirlo, con un saludo un tanto peculiar. De tanto que conviven empiezo a pensar que viene más por ella que por mí. Aunque lo entendería, lo vio desde su nacimiento, solo que Rebeca no quería ver ningún recordatorio mío en la casa y tuve que traerla conmigo al mudarme

Impact (Libro 4 Dinastía Indestructible) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora