Capítulo 2

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Los fines de semana siempre eran muy ajetreados para Jeff, sobre todo ahora que se acercaba el verano. Los días de mayo en la costa de Takiab Bay eran templados y agradables, cosa que se notaba en la afluencia del restaurante. Además, había elegido una ubicación privilegiada, lo suficiente cerca de Bangkok como para que no resultara pesado ir hasta allí y, a la vez, un poco lejos como para ser un pueblo tranquilo. Le gustaba Hua Hin, era un bonito lugar para vivir, a pesar de que su familia disintiera y prefiriera la gran ciudad, moderna y cosmopolita.

Los días de Jeff acostumbraban a empezar a las seis de la mañana, cuando el despertador sonaba y se levantaba para salir a correr. Después de un buen desayuno era momento de la visita al mercado local, para poder comprar productos frescos y de buena calidad. Le encantaba su trabajo. Su madre siempre decía que nació con un cucharón en la mano, ya de pequeño era sumamente exigente con las comidas y nunca se negó a probar cosas nuevas, de hecho, adoraba los nuevos sabores, las texturas, las mezclas... ¡Le encantaba experimentar!

Compaginó la carrera de Turismo con un trabajo mal pagado en la cocina de un restaurante fusión, donde aprendió muchas cosas, en especial todo aquello que no se debía hacer. Después llegó un Erasmus que lo llevó de vuelta a sus orígenes. A pesar de que de griego solo le quedaba el apellido y un extraño gusto por las cosas agrias, poder estudiar en el país de sus antecesores fue una grandísima experiencia. Al regresar de ese año en tierras griegas le llegó una gran oportunidad de aprender con uno de los mejores chefs del país. Al final todo ese conocimiento y pasión desmedida cultivado a lo largo de los años, ahora se traducía en uno de los restaurantes más prósperos del golfo de Tailandia.

Jeff ojeó el reloj y alzó la mirada en dirección a la puerta, hizo la cuenta regresiva mentalmente y justo cuando llegó al cero esta se abrió dando paso a Job, uno de sus mejores amigos a la par que uno de sus peores trabajadores.

—Me duele la cabeza —advirtió el chico, antes de que Jeff pudiera decirle nada.

Jeff mantuvo el silencio, ya que había decidido ignorarlo, encendió la cafetera y, a pesar de no ser su trabajo y sí el de Job, aprovechó para repasar que no faltara nada en las neveras de las bebidas.

—Oye —dijo Job acercándose y sentándose, como si el trabajo no fuera con él.— ¿cómo terminó la historia con el tipo ese del cochazo? ¿Ha vuelto a llamarte?

—¿Has avisado a Nin de que tenía que venir una hora antes? —le preguntó Jeff, con su agenda entre las manos.

—Sí —confirmó Job, mientras se rascaba los ojos como si pretendiera sacarlos de las cuencas.

—La semana que viene empezaremos a hacer las entrevistas para coger refuerzos para el verano. Yo necesito mínimo dos personas en la cocina, ¿Qué necesitas tú aquí fuera? —siguió Jeff.

—¿Puedo pedir lo que me dé la gana? —inquirió Job, dejándose en paz los enrojecidos ojos y mirando con la ceja alzada de manera pícara a su amigo.

—Siempre que no sea descabellado... —murmuró Jeff, agachado reorganizando la parte baja de un armario.

—Dos chicas —soltó con socarrona sonrisa y haciendo el gesto internacional de «grandes pechos», a pesar de que Jeff no pudo verlo.

—Ajá... —siguió el otro, cerrando el armario y dirigiéndose a la cocina, mientras continuaba hablando, esperando que su amigo lo siguiera o, al menos, hiciera el amago de ello.

— ¿Solo dos camareros nuevos? El verano pasado dijiste que te faltaban manos...

—No me has entendido —dijo Job con resignación desde el comedor.— Joder, Jeff, es que contigo no merece la pena ni intentar hacer bromas —bufó, entrando en la cocina donde Jeff ya se había puesto un delantal y estaba empezando con su obsesivo ritual de limpieza, a pesar de que la cocina estaba impoluta.

Seamos una familia-JeffBarcodeWhere stories live. Discover now