Capítulo 7

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Se despidió de Arthit frente a la puerta del colegio como cada mañana, desde hacía ya, algo más de cuatro meses. Siguió agitando la mano al aire incluso después de que el niño se hubiera perdido entre la marabunta de escolares. No tenía la cabeza en nada de lo que hacía, hasta Arthit se había dado cuenta de ello, y el mocoso, que mudo pero que de tonto no tenía ni un pelo, se estuvo aprovechando de que su tío tuviera la cabeza en las nubes.

Barcode giró sobre sí mismo, sacó el móvil y comprobó la hora en la pantalla. Hacía un par de días que se le había terminado la tarifa del transporte, así que iba a todos lados caminando. Tampoco le iba mal, ya que había tenido que dejar el gimnasio y cada vez comía peor. A menos, cuando Creamy vivía comían muy bien, su hermana siempre había tenido buena mano para la cocina, sin embargo, el mayor talento culinario de Barcode era cocer o cocinar a la plancha, y como eso era insípido de narices, muchas veces terminaban tirando de comida rápida. A veces incluso la vecina de enfrente se apiadaba de ellos y les traía alguna que otra olla con algo de cuchara.

Creamy había trabajado los últimos tres años en un hotel del centro de Bangkok, junto a su amiga desde el instituto Lamai, y ese era el destino de Barcode a esas horas de la mañana: directo a hablar con la que fue la mejor amiga de su hermana. Si alguien podía aclararle un poco las ideas esa era Lamai, pues ellas siempre se lo contaban todo... ¡Joder! Lamai no solo conocía todas las intimidades de Creamy, sino que tenía en su poder sus propios momentos más vergonzosos. Creamy era muy dada a contarle todo, incluso lo que no tenía que ver con ella. Barcode chasqueó la lengua, molesto. De pequeño, aunque ahora tampoco era que fuese muy mayor, había estado enamoradísimo de Lamai. Era algo así como ese amor platónico que todos los niños tenían en algún momento de su vida: una profesora, la canguro, la mejor amiga de su hermana... De hecho, seguía pareciéndole la chica más guapa que había conocido. Aunque ahora sus intereses amorosos iban por otro lado. Desde unos años a esta parte, entre Lamai y él saltaban chispas, pero no de las buenas, sino de las que prendían bosques y causaban incendios forestales.

Lamai: Dijiste que era importante, pero no has llegado.

Barcode Dame cinco minutos, joder, estoy cerca.

Lamai: Mi descanso termina en diez minutos, será mejor que corras, enano.

Para correr estaba él, claro. Barcode apresuró el paso, y de pronto la vio, esperándolo frente a una cafetería con un vaso de esos de cartón entre las manos. Lamai agitó el brazo en alto cuando reconoció a Barcode entre la, cada vez más, creciente invasión de turistas en Sukhumvit. Terminando de acortar la distancia entre ellos, estaba ahogado de la carrera, miró el reloj y aún le quedaban unos siete minutos, no suficientes, pero tendría que valer, nada de adornar las cosas, una pregunta clara y directa. La verdad era que se sentía tan frustrado que ni le apetecía endulzar las cosas.

—¡Por fin! —se quejó la chica. Sin un saludo inicial,ni nada, él tampoco estaba para esas cosas.

—¿Por qué Creamy mintió cuando dijo que el padre de Arthit se desentendió de todo? —Barcode sintió las palabras arañándole la garganta, casi tanto como arañaron los oídos de Lamai, lo confirmó la mueca de desagrado de su rostro.

—¿A eso has venido? —preguntó enfadada.—Creamy no mintió —se apresuró a decir. —Él dijo que no quería saber nada del tema.

—¡Mentira! —exclamó Barcode, un poco más fuerte de lo que en un principio pretendía. —Fui a ver a Jeff Satur y su cara no era la de un tío que se había desentendido de un embarazo. Era la cara de alguien que no tenía ni puta idea de lo que le estaba hablando.

—Que tú hiciste... ¿Qué? —chilló Lamai, elevando tanto el tono que la gente a su alrededor se giró a mirarlos. —No tenías ningún derecho a...

Seamos una familia-JeffBarcodeWhere stories live. Discover now