Capítulo 3

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Al tirar de una de las camisetas el resto cayeron al suelo, creando una alfombra cien por cien algodón de diferentes colores y logotipos publicitarios. Barcode soltó un gruñido al cielo, maldiciendo la poca estabilidad que ofrecía una pila de camisetas amontonadas. Como no tenía tiempo de recogerlas, las dejó allí y, desde esa perspectiva, ellas abajo y él mirándolas desde arriba, le pareció que era más fácil poder elegir una. Podía plantearse patentar ese sistema, no sería el único con una idea alocada que había tenido éxito. En este caso optó por lo más formal que tenía: una camiseta negra con unos dibujos de estrellas en el pecho.

—Listo —se dijo a sí mismo, dando por bueno su aspecto frente al espejo. —¡Arthit! Cómo tardes cinco segundos más en terminar las galletas, te juro que te las quito y te vas al colegio sin desayunar, ¡no me provoques!

Todo eso fue gritado en el trayecto de la habitación de Barcode hasta el baño, sin ni siquiera acercarse a comprobar la cantidad de galletas ingeridas. No le hacía falta, ya que sabía que seguiría con la primera de la mañana. La ventaja del mutismo de Arthit era que no le replicaba. Barcode empezó a cepillarse los dientes al tiempo que hacía la primera inspección al comedor, comprobando como, en efecto, Arthit estaba embobado con la tele y seguía con las galletas intactas.

Barcode estiró la mano por encima de la mesa y, a pesar de que Lucas intentó alejar el mando a distancia, la longitud de los brazos de un adulto eran una ventaja. Al hacerse con el mando, apagó la tele y miró al niño con los ojos entrecerrados. Arthit, en cambio, miró a su tío enfadado: no solo le quitaba los dibujos, sino que encima se estaba cepillando los dientes por toda la casa cuando a él le obligaba a no moverse del baño cuando lo hacía. Arthit alzó los brazos y los cruzó a la altura del pecho mostrando su enfado, pero su tío lo ignoró por completo y señaló las galletas, después se tocó el reloj, indicando que el tiempo corría y que: se apresuraba o lo dejaba sin desayunar. Nunca cumplía su amenaza. Cuando Barcode salió del salón, Arthit volvió a encender el televisor.

A las nueve menos diez de la mañana, arrastraba a Lucas calle abajo para no llegar tarde al colegio.

—Mañana te quedas sin desayuno, te lo juro —le amenazó Barcode, a lo que Arthit respondió alzando tan solo una ceja. Su cara decía: «Sí, claro».— ¡Maldito niño! —se quejó. Con ese niño era imposible ganar.

Llegaron frente a la puerta del colegio por la que ya casi todos habían entrado, pero aún no estaba cerrada. Eso era casi un récord para ellos.

—Recuerda que hoy te quedas en el comedor —Arthit asintió, aunque con mala cara.— Por la tarde vendrá a buscarte Aom — volvió a afirmar con la cabeza.— Nos veremos por la noche, ¿vale? —Arthit lo miró con tristeza y Barcode soltó un suspiro, agachándose frente a su sobrino y revolviéndole el pelo.— Por la noche, ¿vale? —El menor, de nuevo, meneó la cabeza de manera afirmativa. —Pórtate bien —añadió, viéndolo correr por el patio en dirección a la puerta del edificio principal.

Arthit siempre había sido un niño muy bueno, muy callado y poco movido. A Barcode le chiflaba chincharle por todo, hasta que Creamy se enfadaba y le decía que no lo volvería a dejar de canguro, sin embargo, al siguiente turno en el hotel donde trabajaba volvía a necesitarlo y a él le encantaba pasar tiempo con el niño. Ahora ese tiempo eran las veinticuatro horas del día los siete días de la semana.

Barcode se rascó la cabeza, aún parado frente a la verja del colegio mirando en dirección a la ventana de la clase de Arthit: viendo cómo entraba y se sentaba solo, en el más absoluto silencio, en esa silla de color naranja. Desde que Creamy había muerto, Arthit era aún más difícil de tratar, por suerte en el colegio estaban siendo muy comprensivos y lo estaban ayudando bastante.

Seamos una familia-JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora