Capítulo 8

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Una de las ventajas de tener dinero era poder gastarlo para algo cómo encontrar a alguien. Lo que a él le podría haber llevado semanas, meses o incluso la vida entera, a ese investigador privado tardó tan solo una tarde. Eso sí, le cobró lo que uno de sus camareros ganaba en una semana, propinas incluidas. Pero el hombre había realizado un trabajo minucioso: no solo tenía la dirección, sino también el nombre del colegio del pequeño. Hasta supo que Arthit era el único familiar vivo de Barcode, lo que hizo que entendiera un poco más la reacción del chico la vez que se vieron.

Era lunes, primera hora de la mañana, y Bangkok parecía bulliciosa, como si hiciera horas que hubiera despertado, o tal vez como si nunca se hubiera dormido. Había tardado quince días en dar el paso de ir hasta allí, ¿por qué tanto? La respuesta a esa pregunta era muy sencilla: tenía miedo. No había ninguna otra razón. Se encontraba aterrorizado. Estaba parado en una calle de uno de los barrios más humildes de la ciudad, mantenía la mirada fija en el portal. Si se paraba a pensarlo, su actitud era de lo más sospechosa, pero no se atrevía a nada más, el miedo lo tenía petrificado en ese lugar en específico; entre una panadería regentada por malasios y una farmacia que parecía haber cerrado hacía años. En su mente se repetía de manera incesante la idea de que con total seguridad se trataba de un error, él no tenía ningún hijo.

A pesar de haberlo visto tan solo una vez y por un breve lapso de tiempo, reconoció a Barcode de inmediato. Pelo oscuro, tez morena pero sin ser oscura, y ojos como si se hubiera tragado una noche sin luna. Salió del portal agarrado de la mano de un niño que, así a primera vista, Jeff no podría decir qué edad tenía.La verdad era que su instinto paternal se encontraba adormecido. No le habían interesado los niños en absoluto, puede que por eso en el restaurante no contara ni con menú infantil, una petición reiterada en muchos de los comentarios de TripAdvisor.

Barcode tiraba del crío para que caminara más deprisa, y ,como vio que no lo lograba, terminó por colgárselo del cuello. Así, el uno al lado del otro, Jeff pudo fijarse que tío y sobrino no se asemejaban demasiado. Arthit tenía el pelo muy negro, menos las medias puntas, su piel, a pesar de ser clara, parecía de esas rápidas de broncear, y cuando el niño apoyó la barbilla sobre el hombro de Barcode y miró hacia atrás, Jeff pudo ver que tenía los ojos de un castaño muy claro. Por dios, ¡ese niño era su vivo retrato! Caminó tras ellos dejando un espacio para no ser visto, se sentía como un verdadero stalker, sin embargo, no quería irrumpir frente a Arthit sin antes hablar con el chico, le parecía mucho mejor de ese modo.

Barcode despidió al pequeño frente a la puerta del colegio, dándole un beso y un fuerte abrazo, que el niño parecía reacio a querer soltar. Después de unos instantes, Arthit fue hacia dentro, no sin antes girarse un par de veces para mirar atrás. Jeff sonrió, le pareció una escena enternecedora. Entonces llegó el momento de ir hacia Barcode, encararlo de frente y hablar con él. Dio un paso en su dirección, el chico se giró y empezó a caminar de manera despreocupada calle abajo. Jeff no supo si: llamarle, adelantarlo y fingir un encuentro casual, o esperarlo cerca del piso... Y sin darse cuenta, mientras iba meditando la viabilidad de cada opción, se encontró siguiendo al contrario, que entró en una tienda para comprar, después hizo una breve parada en la farmacia y, finalmente, entró en la panadería frente a su casa y salió de allí con una barra de pan. Aprovechó la lentitud en atrancarse la vieja puerta de hierro forjado del edificio para colarse dentro. Cuando llegó al ascensor, este acababa de cerrar las puertas. Jeff ojeó los nombres en el buzón, el de Creamy seguía allí, y eso, no supo muy bien porqué, hizo que se le pinzara el corazón.

—¡Vooooooy! —gritaron al otro lado de la puerta después de haber presionado el timbre.—¿sí?

Jeff se encontró, frente a frente con esos dos pozos sin fondo que tenía ese chico por ojos, su expresión pasó de sonrisa divertida a mueca de terror, hasta le pareció que el chico había dejado de respirar.

Seamos una familia-JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora