Capítulo 9

151 30 3
                                    

Jamás hubiera pensado que, al abrir la puerta, Jeff fuera el que estuviera al otro lado. Sí, ese hombre era la última persona que esperaba ver caminando por su piso. Además, ese tipo no encajaba allí. Era como esos ejercicios que a veces traía Arthit del cole: ¿Qué es lo que no encaja en esta fotografía? Cualquiera que viera la foto, señalaría al brillante señor Satur en esa mierda de piso. Como una tostada de caviar al lado de unas patatas de bolsa.

Quería odiarlo mucho, sin embargo, su odio, a pesar de persistir, había disminuido bastante, y hasta sentía ciertos remordimientos a todas esas veces en las que había hablado despectivamente de él. ¡Oh, venga! A lo largo de los años, jamás lo había llamado "padre de Arthit", siempre había dado para él horribles e infames apelativos. Sin embargo, aunque su desagrado hacia ese tipo había disminuido tras saber que jamás había sabido de la existencia de Arthit, ese hombre, que ahora lo seguía de vuelta a la cocina después de haber visto la habitación del niño, era el hombre que, si quería, podía quitárselo todo.

—Está bien, ya la has visto —dijo Barcode, una vez de nuevo en la cocina.—Ahora tienes que irte.

No supo identificar qué tipo de mirada era esa, pero los clarísimos ojos del padre de su sobrino se clavaron en los suyos, y por un momento, Barcode sintió que su cuerpo no reaccionaba. Por suerte fue una sensación momentánea a la que se recompuso con extrema rapidez. Irguió un poco su postura y carraspeó para que su voz sonara un tanto más autoritaria, a pesar de que jamás sería tan profunda como la del hombre que tenía enfrente. Joder, entre ese ligero pero raro acento y su voz, de no ser chef, podría haber sido doblador o creador de contenido ASMR.

—No puedes estar aquí cuando Arthit salga del colegio —soltó de pronto, cayendo en la cuenta.

—Sé que no soy bienvenido, pero de verdad que mis intenciones no son malas —repitió Jeff, soltando un suspiro, como si a él mismo le costara creer sus propias palabras. Eric lo miró con curiosidad. —Dime cuando.

«Dime cuando», no sonó a exigencia, más bien, su tono rozaba a una súplica, y de nuevo, por un breve lapso, Barcode se sintió arrastrado al lado de la compasión. Peligroso, muy peligroso. No podía caer en la trampa.

—¿Firmarás los papeles? —preguntó Barcode.

—Sí, pero... —respondió Jeff, soltando un nuevo suspiro que se escapó como si no lo pretendiera. —Primero quiero pasar algo de tiempo con Arthit.

Esa era una respuesta demasiado ambigua, sobre todo si no se añadía nada más. «Sí, pero ¿depende de...?». ¿De qué dependía que los firmara o no? ¿Cuánto tiempo era "algo de tiempo?"

Barcode notó cómo los nervios empezaban a hacerse más evidentes en él, igual que su coraza se desmoronaba cada minuto que pasaba. Estaba cansado y no tenía armas suficientes para luchar contra ese tipo, ni de manera económica ni de manera mental; porque todo su ingenio, optimismo y ganas de comerse el mundo se habían ido evaporando con el paso de los meses. Ahora solo quedaba un cascarón vacío que se reactivaba solamente cuando estaba con Arthit.

—Está bien, puedes verlo solo una vez y después, los firmas y desapareces, vuelves a tu vida y dejas en paz la nuestra —exigió Barcode, con toda la autoridad que fue capaz de juntar.

—No te puedo prometer eso —soltó Jeff, con una expresión en el rostro indescriptible, como si esas palabras le causaran dolor. —Ojalá pudiera, pero...

—¿Qué quieres decir? —preguntó cada vez más inseguro.

—Lo más fácil sería mentirte —argumentó Jeff. —decirte que sí, que haré lo que tú dices para que accedieras y te quedaras tranquilo, pero no sé qué va a pasar cuando vea a Arthit.

Seamos una familia-JeffBarcodeOn viuen les histories. Descobreix ara