Tomé el cuchillo y se lo hundí en la garganta, la sangre salpicó mi cara y se deslizó hasta mis labios. Me sentí tan poderoso, mientras aquellas manos débiles se desvanecían en mis brazos.
El idiota del bar
Tomé el cuchillo y se lo hundí en la garganta, la sangre salpicó mi cara y se deslizó hasta mis labios. Me sentí tan poderoso, mientras aquellas manos débiles se desvanecían en mis brazos.