Capítulo 2

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2025. Italia.

Día 1 del secuestro.

El acecho comienza.

Emerith Jackinson.


Llegué a casa después de aquel extraño día. Después de que Adeus me dejará en clase, me sorprendió que fuera la que me tocaba en ese momento. No volví a verle pero Thomas vino corriendo al terminar para preguntarme que había pasado después de la pelea y de que conocía al chico nuevo. Podía verle realmente enfadado por romper esa regla que teníamos de niños.

Se lo conté y pasó justo aquello que quería evitar. Se pasó lo que quedaba de instituto aquel día, riéndose de mi y de mi coche. Cómo venganza le dije que hoy no le llevaría a su casa. Me sacó la lengua diciéndome que había venido en moto.

Yo le ignoré y me fui a casa. Dejé la mochila en el suelo y corrí a la cocina para coger la comida que mi padre había preparado y meterla en una bolsa. Metí también alguna bebida y un poco de fruta.

Salí de casa y fui al viejo orfanato del pueblo. Gail, un niño de siete años que vivía allí, me sonrió dulcemente y si sonrisa creció cuando vio la bolsa que llevaba. Me encantaba venir de vez en cuando a ayudar en cierto modo. Estos niños apenas comían.

- ¿Es comida? - preguntó con emoción. Asentí - ¿Es... es para mi?- sonreí con tristeza y volví a asentir tendiéndole la bolsa.

Pocas personas en el pueblo ayudaban a los niños del orfanato. Oí que se decía que eran pocos e insignificantes y eso me hizo querer ayudarles aún más.

Aunque eso significase no comer hoy.

Siendo sinceros eso no me preocupa, iba a tirar la comida igual pero si se la daba, entonces alguien comería. Alguien que quisiera comer.

Me dió un abrazo mientras repetía una y otra vez lo agradecido que estaba. Yo solo podía sonreírle.

- Está bien, Gail, ve a comer - ordené queriendo que dejara de verme como me veía, una heroína. Porque era falso, este era mi método de huir de la comida.

- Gracias, Eme, te quiero - me confesó con una sonrisa enorme que me hizo sonreír a mi, le dije que era recíproco y se fue corriendo adentro.

Yo corrí a mi casa, a fingir que había comido pero con una sonrisa. Hoy Gail y algún otro niño había comido y eso me hacía la persona más feliz.

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Mi padre llegó a casa poco después que yo. Lo supe porque oí sus pasos subiendo a mi habitación. Abrió la puerta de golpe, cogió la maleta y empezó a meter mi ropa en ella. Mientras yo le miraba con una cara de incredulidad en el rostro preguntándome que estaba pasando.

- Papá - le llamé, levantó la cabeza lentamente pero siguió metiendo toda mi ropa en la maleta - ¿Qué haces? - pregunté entre curiosa y asustada al ver que no se detenía.

En su mirada vi miedo, terror y angustia. Mi curiosidad solo aumentó.

- Tenemos que irnos - me dijo fuera de si. Parecía que se había vuelto loco - Emerith, levántate y vámonos ahora mismo - me ordenó con voz fría y distante cuando terminó de meter mi ropa en la maleta.

Acto seguido cogió una bolsa y metió mis libros y las cosas que se iba encontrando. Me senté asustada en la cama y me cubrí con mis sábanas.

- ¿Qué pasa? - pregunté otra vez con mi voz temblando al igual que mi cuerpo. Realmente tenía miedo porque mi padre nunca se había comportado así.

- Que cojas tus cosas para irnos ya, Emerith - me volvió a ordenar una vez más. El miedo en sus ojos era persistente y su voz cada vez era más fría y monótona como la de un robot.

Al ver que no me iba a mover, cogió la bolsa y la tiro fuera de la habitación mientras se acercaba a la cama donde estaba. Empecé a temblar de forma más notaría y el pánico se adueñó de mi cuerpo al ver su mirada. Supe, con esa mirada, que haría lo que fuera para sacarme de ahí. Quizás, al notar su insistencia, debí correr y hacer caso a lo que me decía pero el miedo mandaba ahora en mi cuerpo.

- Emerith, no lo voy a repetir ni una sola vez más - la firmeza en su voz solo hizo que me quedara estática en la cama y que me aferrase a las sábanas como si mi vida dependiera de ello.

Me miró una última vez, me agarró del brazo y me sacó a rastras de la cama con una fuerza que nunca vi en él.

- ¡Papá, para me haces daño! - grité cuando sentí que sus manos me desgarrarian la piel. Esa parte de mi cuerpo poniéndose roja por la fuerza que ejercía.

Mis gritos no hicieron que parara, mi terror o mi miedo no le importo. Parecía que lo único que quería era sacarme de aquella casa, la casa de mi infancia. Grité de nuevo, suplique que por favor parara. Tampoco paró, bajó las escaleras mientras tiraba de mi brazo mientras yo me arrastraba. No había tenido tiempo de ponerme en pie.

- ¡Joder, papá! - grité cuando empezó a bajarme por las escaleras, sintiendo como cada vez que bajábamos un escalón me cuerpo se golpeaba y mis costillas ardían - ¡Papá, por favor, me duele! -.

Mis cotillas dabas de lleno contra los bordes de las escaleras de madera. Mi cabeza se iba golpeando levemente en cada escalón, haciendo que de poco en poco mi cuerpo fuese dejando de intentar luchar. Intenté agarrarme a la barandilla pero no llegaba, alargué mi brazo de nuevo en un intento de agarrarla de nuevo. Todo era inútil.

- Papá - susurre sintiendo como mi cuerpo dejaba doler y mi mente empezaba a descansar. Mis párpados empezaron a pesar, luché contra mantenerme despierta todo el tiempo que pude pero para cuando llegue al coche y mi padre por fin soltó mi brazo, ya era tarde. Cedí ante las ganas de cerrar los ojos y me sentí más cómoda, más suelta. El dolor se fue y eso fue lo que necesite para no luchar para abrir los párpados de nuevo.


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HOLAAA, gracias a Abril_412 por el apoyo ❤️

El Juego Al Que Nadie GanaWhere stories live. Discover now