Capítulo 4

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2025. Italia.

Día 3 del secuestro.

Reencuentro y despedida.

Emerith Jackinson.

Siempre pensé que si alguna vez alguien me secuestraba, no sería mi padre. Creí que sería algún pervertido pero no él.

Así que, cuando me desperté, de nuevo, después de haberme desmayado y me encontré en una amplia habitación. Una preciosa habitación con una cama como las de los cuentos y un ventanal que daba directo al mar. Recordé entonces que aquel mar era de Italia porque mi padre me había sacado de mi hogar.

Negué y me levanté yendo hacia la una silla que de encontraba frente al gran ventanal. Me senté y me quedé mirando como las olas rompían hasta que un ruido llamó mi atención. Un pequeño gato marrón se encontraba en una de las estanterías tirando los pequeños libros. Todos menos uno y aquel llamó mi atención.

Me levanté y me acerque a por él. Al principio no note nada pero al abrirlo una llave se alzó entre una de las páginas. La agarré y me la guardé en unos de los bolsillos cuando oí a alguien suspira.

Me giré y me encuentre a Adeus, bueno, eso supuse, sus ojos verdes fueron lo único que se veía. Con eso supe que era él. Puse mi mano en mi corazón por el susto. No estaba sola.

- Ostia - susurré bajito mientras iba hacia el interruptor para encender la luz de uno de los armarios.

Iba a paso lento aunque sabía que la persona, que creía que era Adeus, veía cada paso que daba. Una vez la encendí, entré con el libro en la mano como arma. Si me atacaba, yo le daría un librazo.

- Estoy armada, seas quién seas - dije alzando el libro sobre mi cabeza mientras miraba hacia ambos lados hasta que lo vi. Con esa sonrisa tan bonita llenandole la cara.

- Vaya, que miedo, no me des con el libro - se burló mientras salía del armario y me dejaba ahí con una postura graciosa.

Maldije, fui a apagar la luz y le seguí hasta mi cama donde él se sentó. Me quedé de pies mirándole con una ceja alzada mientras dejaba el libro en la cama con su mirada siguiendo cada movimiento.

- Un buen golpe y estarías fuera de combate - le seguí la broma aún teniendo dudas de que hacía ahí conmigo. Él sonrió y se tumbó poniendo sus manos debajo de su cabeza.

Bendito gimnasio.

- Eh, eh, eh - comencé al ver que se ponía muy, demasido, cómodo. Él se limitó a levantar unos centímetros la cabeza para mirarme con una interrogante en su rostro - ¿Me has seguido hasta aquí? -

Fue la primera pregunta que me vino a la cabeza. Le estaba preguntando indirectamente si era un acosador que me estaba siguiendo. Así que si me decía que si, empezaría a gritar por mi vida.

- La pregunta es - dijo levantandose y sentándose mientras se apoyaba en el cabezal de la cama - ¿Me has seguido tú, habladora de coches? -

Oh no, eso sí que no.

- Pues lo siento, Adeus, a mi me han obligado a venir - dije un poco enfadada. Mis costillas y la inconsciencia habían sido las azafatas de mi viaje hasta Italia - ¿Cuál es tu excusa? -

Él sonrió como si ya supiera que mi padre me había machacado para venir. Se estaba pensando su respuesta, por eso sabía que iba a ser mentira. O al menos, una parte de ella.

- Mi familia vive aquí, les estoy visitando - respondió tranquilo. Tranquilidad falsa, lo sabía por como se movía su pie. Era un movimiento que casi no se veía pero yo lo vi con total claridad

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