Capítulo 11

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La noche estaba siendo más fría de lo que esperaba, un viento invernal hacía que la sensación térmica disminuyera un par de grados y aunque Erick estaba cómodamente acostado en su cama, la realidad era que su interior parecía estar viviendo a la intemperie. Las ráfagas gélidas azotaban sus músculos y huesos como un vendaval pero no uno cualquiera, no uno de esos que rompen el silencio de las calles y deshojan los árboles de los parques, no, en esta ocasión ese desastre de frío y vientos fuertes estaba en lo más profundo de su cuerpo, caminando por sus venas, castigándolo por haber cometido el acto de intentar terminar con su dolor. Erick no era cobarde, lo sabía porque durante años vivió suprimiendo sus más profundos temores, sus dolores y sus carencias afectivas, disfrazando de carácter fuerte el vacío de su alma, ese vacío que dejaron sus padres al morir pero ahora, después de caer en la cuenta de la realidad, se sentía la persona más cobarde del mundo.

-Niño Erick, la cena está lista. ¿Quiere bajar a cenar o prefiere que se la traiga? -Esperanza abrió despacio la puerta de la habitación, el ojiverde había regresado del hospital hace ya seis días y por mucho que ella intentara motivarlo a estar bien, no lo había logrado.

-No tengo hambre. -Susurró con un tono de voz tan bajo y rasposo que asustó a la pobre señora, le dolía el alma verlo apagarse así, estaba en pleno conocimiento del desastre interno que tenía el chico pero de todas maneras le rompía por dentro verlo con sus propios ojos.

-No quiero ser pesada, mi niño pero debes esforzarte, llevas muchas horas sin ingerir alimento alguno y necesitas recuperar fuerza, perdiste...perdiste mucha sangre. -Insistió dulcemente, el tema era delicado y el chico fácilmente podría malinterpretarlo y reaccionar grosera a pesar de que con ella jamás lo era.

-¿Dónde está Joel? -Respondió en cambio con una pregunta, su voz sonando cada vez más grave, no enojada, eso no, más bien se escuchaba dolida, rota.

-Debe estar al llegar. -Habló la dulce señora con tranquilidad, no le sorprendió la pregunta del ojiverde, ella sabía perfectamente que el principal motivo, además de lo obvio, por el cual Erick estaba en aislamiento y huelga de hambre, era precisaente la ausencia del rizado.

-Eso dijiste en la mañana. -Bufó con irritación, no quería ser grosero con ella, no era su culpa pero estaba enojado internamente con todo y todos.

-Porque tanto él como yo creimos que podría volver pronto pero no pudo hacerlo. 

-Dijo que no me dejaría solo y ya pasaron tres días desde que se fue, creo que...creo que me mintió. -Erick realmente no quería llorar, él estaba luchando con todas sus fuerzas para evitar volverse una masa de nervios y suceptibilidades pero este no era un momento bueno para él y su llano salió descontrolado de sus bonitos ojos sin poder evitarlo.

-No llores, pequeño, no digas eso, Joel si te quiere y si no ha vuelto es porque no ha podido. -Trató de calmarlo, el dolor era visible, casi palpable en la habitación haciendo que hasta respirar se tornara difícil, Erick estaba en un momento muy complicado de su vida en el que tenía que tratar de ser fuerte, de recuperarse del daño que él mismo se causó pero al mirarlo ahí, tan pequeño y vulnerable, Esperanza sentía que quería llorar ella también.

-No...no me quiere, él dijo que estaría siempre a mi lado. -Sollozó como un pequeño niño con berrinche y aunque la señora sabía que la realidad era mucho más profunda que eso, trató de explicarle de forma muy maternal, casi como si Erick fuese un verdadero pequeño.

-Joelito te quiere mucho más de lo que piensas y no lo digo para que te sientas mejor, lo hago de verdad, porque lo conozco mejor que nadie y se lo que siente por tí, lo se inclusive antes de que él mismo se diera cuenta, si te vieras a tí mismo con los ojos que el te mira, estarías convencido del amor que te tiene. No te miento, mi niño, lo digo de corazón, mi nieto te adora y se que si te prometoó estar a tu lado siempre, es porque lo cumplirá y si estos días han pasado y no ha podido estar aquí, es porque tiene una razón para ello, recuerda que todo esto sucedió de repente, nadie lo esperaba y él dejó su nuevo trabajo para venir corriendo por tí, así que levanta un poco ese ánimo, él solo está dejando en orden lo que le quedó pendiente porque es un chico responsable y no se perdonaría a sí mismo dejar botado al señor que lo contrató.

Erick absorvió cada palabra como si necesitara grabarlas en su memoria de forma permanente, como el oxígeno que sus pulmones ingerían para respirar, él de verdad quería creer cada pequeña letra pronunciada por los ancianos y experimentados labios de Esperanza, esa señora mayor que toda una vida había permanecido a su lado, esa que jamás lo dejó caer, él adoraba su presencia, su amor maternal y respetuoso, Erick no sabía que habría sido de si mismo sin ella en su vida. Dejó que la dulce mujer le acariciara el cabello de manera suave y se permitió sonreir aunque fuera solo un poco, si Esperanza le decía que Joel lo quería... él iba a creerle, lo ansiaba, lo necesitaba.

-Yo...voy a cenar.¿Si? Voy a cenar. -Habló con la voz tomada y llena de sentimiento. Tenía hambre, estaba realmente famélico pero el dolor de sentir la ausencia de Joel, era más fuerte sin embargo ahora que había escuchado aquella reconfortante confesión de la abuela de su amado, las fuerzas para alimentarse habían vuelto de la misma forma en que un poco de su esperanza también lo había hecho.

-Está bien, vamos abajo para que cenes conmigo. ¿Te parece bien? Hice tus espaguetis favoritos y me quedaron deliciosos.

-Siempre te quedan exquisitos aunque la verdad es que todo lo que cocinas, queda bien, no se como le haces. -Esperanza sonrió con cariño mientras lo veía ponerse de pie para dirigirse a la puerta, no dijo nada sobre los pasos torpres y la delgadez extrema, mucho menos comentó nada con respecto a las aún notorias marcas en sus muñecas pero internamente se sintió terrible por el chico, había pasado un susto horroroso cuando lo encontró lleno de sangre y jamás podría olvidar el dolor que se instaló en su pecho porque creyó que había muerto.

-Porque cocino con amor, ese es el secreto. -Prefirió responder en cambio, no era mentira, ese siempre había sido su ingrediente principal en la cocina.

-Gracias...gracias por salvarme la vida, gracias por siempre estar en mi vida.

Interrumpió de pronto Erick y sin darle tiempo a procesar las palabras, se abrazó a la buena mujer con fuerza, transmitiéndole en aquel gesto, todo el amor y el agradecimiento que le tenía.

Interrumpió de pronto Erick y sin darle tiempo a procesar las palabras, se abrazó a la buena mujer con fuerza, transmitiéndole en aquel gesto, todo el amor y el agradecimiento que le tenía

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