diez

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Lean miraba a Liz desde la parrilla, estaban todos los hombres parados hablando entre si pero todos notaban la falta de habla de Leandro, siempre pasaba cuando ella estaba cerca, se quedaba enganchado en verla, quizá pensando en ella o quizá sobre pensando en el y lo que pasó.

- basta Leandro -se escucho la voz de Lautaro logrando sacarlo de su trance-

- Perdón -murmuro el agachando la cabeza y volviendo a mirar a los demás-

- Ya van a poder hablar pero pareces re acosador hermano -.

- Hablar? -.

- Si, los dos quieren hablarse y verse, se hacen los re pelotudos como si nosotros no nos dieramos cuenta -.

- Eso no te permite romperle el corazón otra vez -se escucho la voz de Licha el cual estaba preparando un trago-

- Nunca fui mi intención esa, Lisandro y lo sabes -.

Licha se encogió de hombros siguiendo con su trabajo

- Licha -se escucho la voz de Liz a un lado de Lean-

- Que querés, Liz? -.

- Me preparas un fernet? -.

Licha levantó la jarra que tenía en la mano e hicieron todos un pasa manos hasta que terminó en manos de Ota el cual se acerco a dejarle la jarra a Liz

- Toma, princesa -.

Liz le dio una sonrisa tímida a Otamendi y se fue a dónde estaban las demás mujeres

- Princesa repitió Lean en modo de burla, murmurando para que nadie escuché-

- Yo si escuche -hablo Cuti al lado suyo, soltando una carcajada-

El resto de la noche fue tranquila, no hubo discusiones, solo risas y charlas sobre la vida, Liz y Lean estaban conviviendo en paz pero Liz había vuelto a fingir que el no existía, ahora con suerte se miraban.

Leandro subió ya ebrio a su habitación, fue el primero en irse a dormir pero también el primero en levantarse.

Bajo a la cocina porque necesitaba comer algo y más que importante: agua. Le dieron una botella de agua junto a unos tostados y un café con leche.

Se sentó a comer en paz, el vuelo de ellos salía en una hora y el lo único que quería después de tanto festejo era poder llegar a Argentina y dormir, aunque sabía que tenía muy pocas horas para poder dormir.

Liz se cruzó en su camino, yendo a buscar agua y comida igual de cansada que el o más, diría yo, Liz no era una persona acostumbrada a tomar mucho alcohol y los chicos se zarpaban.

Liz se sentó al lado de Lean sin darse cuenta, pensando por un segundo que todavía eran amigos o confundiendolo con alguno de los chicos

– Buen día –hablo ella con la voz cansada–

– Buen día, Lizzy –la saludo Lean–

Ella sonrió con los ojos cerrados apoyando su cabeza en su brazo

– Algún día vamos a tener que hablar de lo que pasó, después de todo, hice un millón de canciones sobre como me rompiste el corazón y aún no se porque lo hiciste –.

Lean miro a Liz sin saber que decir, estaba medio dormida, las mañanas tampoco son mucho de su estilo, la cansan y termina todo el día de mal humor, Lean lo recordaba así.

– Yo te prometo que algún día vamos a hablar, Lizzy pero hoy no es el día, escuchame, toma el café y tome algo así podés ir a dormir otro rato más –.

Ella asintio con la cabeza empezando a comer muy despacio con los ojos cerrados, algo tan simple como eso, ya tenía a Lean sonriendo de oreja a oreja por lo linda que era ella.

Liz tomo el café y una vez terminado, soltó un suspiro dejando caer su cabeza en la mesa para volver a dormir, la mano de Lean aligeró la caída y el soltó una leve risa

Se levantó de su silla y miro a Liz intentando pensar en como levantarla sin que se sobresalté así que optó por despertarla.

– Lizzy –le hablo el despacio mientras le ponía una mano en la espalda–

Ella se despertó por un segundo que fue suficiente para que se levantará de su asiento pero al instante en dónde Lean la cargo en sus brazos, ella se apoyo en el pecho de el y se volvió a dormir, sintiéndose un poco menos inquieta y que su mente tenga sueños más lindos, había estado teniendo pesadillas desde que dormía en el mismo predio que la Scaloneta, no por ellos, si no por sus traumas que a pesar de estar sanados, no lo estaban del todo.

Lean la dejo acostada en su cama, al lado de la de Lisandro, le dió un beso en la frente y se fue a buscar que hacer hasta tener que irse.

Una hora después, todos estaban despiertos y listos para irse, Liz incluida que ahora, no parecía tan cansada pero aún así se le notaba que no estaba en su mejor momento.

En el avión, todos hablaban con todos, Liz dormía en dónde se supone que deberían estar los técnicos pero como no había casi nadie, había un silencio increíble que era perfecto para dormir.

Lean fue detrás de ella, necesitaba dormír aunque sea un rato más antes de llegar

– Me puedo acostar con vos? –pregunto el–

Liz asintio y el se acostó en el asiento de al lado de ella, compartieron manta y Lean se acostó dándole la espalda

– Gracias por llevarme hoy a mi cuarto –murmuro Liz– estaba dormida para recordarlo pero Licha me lo contó –.

– No me agradezcas Lizzy, es lo mínimo que puedo hacer por vos –.

Liz asintio sin que Lean la vea, al rato los dos se quedaron dormidos, era increíble como ambos tenían problemas para dormir pero con el otro podían reconciliar el sueño al instante, no era la primera vez que les pasaba.

Liz se despertó abrazada a Lean y aunque le hubiese encantado tener la fuerza para sacarlo, solo pudo cerrar los ojos y volver a disfrutar el sentimiento de paz que le generaba estar cerca de el.

Sus sentimientos aún no habían cambiado después de años pero si se habían apagado quizá un poco, no sentían el mismo amor pero era innegable lo mucho que se querían uno al otro.






mi otra mitad | leandro paredes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora