1. Enloqueciste

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En el palacio había una discusión entre la reina Ramonda y la princesa Shuri, había llegado el momento para que se entere del acuerdo que había hecho con el rey de un lugar que nunca habían escuchado, pero con habilidades impresionables que seguro serviría más adelante.

La joven no lo tomó de la mejor forma, casarse con un hombre que no conocía no era poca cosa, ¿dónde lo conoció su madre? ¿Qué cosa podía ofrecer que Wakanda no tuviera?
Era absurdo, si su hermano viviera jamás lo habría permitido.

-Es nuestra responsabilidad mantener el reino a salvo y esta es la mejor forma de hacerlo- dijo la reina cansada de la terquedad de su hija
-¿como es que casarme va a ser lo mejor?- respondió con disgusto Shuri -No entiendo que cosa te pudieron ofrecer que sea mejor que mi tecnología-
-Hay cosas que por ahora no entiendes hija, pero en algún momento lo haras- trato de ser comprensiva
-No quiero ser comprensiva, quiero vivir mi vida y eso no incluye una boda- hablo seria
-Como princesa debes de obedecer mi orden- molesta
-Pues como princesa rechazo la oferta y como tu hija te digo que enloquesiste- molesta
-Es tu deber Shuri, te guste o no y vas cumplir con el trato- se impuso

Shuri decidió retirarse, hablar con su madre era caso perdido no cambiaría su opinión pero si ella no cambiaba entonces su "prometido" lo haría, lo obligaría a declinar el trato, no estaba dispuesta a ser participe de un acuerdo tan anticuado.

Mientras tanto en las profundidades del mar, la gente del rey preparaba su ofrenda de gratitud por aceptar que su princesa se casara con su rey; Esta noche subiría a la superficie por primera vez luego de mucho tiempo de esconderse y eso tenía a todos muy emocionados y nerviosos.

-Kukulcán- saludo Namora, una de sus más leales aliadas y mano derecha
-Acércate, cuéntame ¿que sucede?- dijo con tranquilidad -Noto algo de preocupación en tu rostro-
-Sabes lo que pienso de subir a la superficie y exponer a nuestra gente- decía tratando de sonar calmada -No sabemos si los wakandianos pueden ayudarte o no, deja que nuestra gente siga haciendo su trabajo y desiste de esta idea- pidió
-Namora ya lo hice y no puedo perder mas tiempo, además siempre cumplo mi palabra no hay vuelta atrás, esta noche subiré a la superficie- dejó claro

Namora bajo la mirada como una niña regañada y asintió, no quería que su adorado dios tuviera que hacer eso, imaginar la maldad que guardaba el mundo de arriba le generaba miedo.

Kukulcán podía leer sus emociones en su rostro, sabía que se preocupaba y él en secreto, también estaba temeroso de lo incierto que era todo esto pero era la salida que encontró más razonable.

Se acerco a ella con tranquilidad, la miro un momento, ella levantó su mirada y él sonrió benevolente.

-Mi querida Namora, te pido confíes en mi como lo has hecho siempre, además tus hermanos deben verte fuerte, tu serás quien lleve el mando en mi ausencia- le confesó
-¿Lo dices enserió?- sorprendida
-Si, quería que fuera sorpresa hasta antes de irme pero creo que mereces saberlo antes que todos- sonrió
-Te lo agradezco tanto, no lo defraudare mi señor- hizo una reverencia -¿Te puedo pedir algo?-
-Claro-
-Por favor cuídate estando con esa gente, prometo subir a la superficie a visitarlo- dijo seria

Kukulcán se sentía dichoso de que se preocupara tanto por él, se acercó lo suficiente a ella como para acercar sus frentes y luego darle un beso en el mismo lugar.

Esa era la muestra de amor de su dios hacía ellos pero era muy difícil conseguir uno, todos en su nacimiento recibían un beso de su dios pero ya de grandes solo una hazaña que lo impresionará haría que se ganarán otro.

En cuanto la noche cayó, Kukulcán se preparo con su mejor ropa y su gente lo acompaño hasta la orilla donde ya los esperaban, dejaron la ofrenda en la arena y volvieron al mar luego de reverenciar a su dios.

Por ahora, no conocería a la princesa para que todo fuera lo más adecuado posible, a la mañana siguiente tendrían su primer encuentro.

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