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—¿Cómo te sientes? —pregunto el felino español, preocupado.—

—Ya me siento mucho mejor, no hay nada de que preocuparse —le sonrió leve, se sentía algo débil si, pero de igual forma no se dejaría vencer de la enfermedad, sea cuál sea la que tuviera.—

—Esta bien —respondio, suspirando y dejando escapar todo el aire que había tenido retenido.—

Ya habían pasado prácticamente tres días desde que Kitty se encontraba en aquel lugar, estando bajo los cuidados del médico, ya que cabe aclarar, que ni él podría decifrar que enfermedad era la que tenía la gata bicolor.

Cosa que solo le dió más probabilidad a las sospechas de Ricitos.

[....]

Aquel Shinigami se encontraba en su hogar, el limbo.

Como era de esperarse estaba en aquella inmensa soledad mientras afilaba sus hachas, su mente estaba perdida en otras cosas, o mejor dicho, en alguien.

Estaba silbando, aunque cabe aclarar, que era otra melodía, diferente a la que silbaba cada vez que hacía acto de presencia.

Si bien, hace un día había subido a el mundo de los mortales para hablar con Ricitos, respecto a su situación, pero si bien, ella le tenía la noticia sobre que Kitty se encontraba en el consultorio del doctor de el pueblo, cosa que solo hizo que se preocupara, aunque quisiera no podía ir a verla.

Sería "extraño", según él.

De igual forma, la rubia le había informado que al parecer ni el propio médico podía descubrir la enfermedad de la felina, así que no sabían si tenía cura o no.

Pero, ella si le dijo que trataría de averiguarlo ella, ya qué si bien, había leído varios libros sobre cualquier cosa, así fue como ella sabía sobre "La enfermedad de las rosas".

Dime ya que pasa —tarareó con voz algo ronca y un tanto desafinada— Se ve que te maltratan.
Que primera impresión.
Tu miedo es mi obsesión.

Dejó de lado ambas hachas, dejando de afilarlas y suspirando con algo de pesadez.

Kitty-Cat, me alaga —volvio a cantar— Disperso ya me encuentras.
De mi nadie se escapa.

Por un momento se quedó callado, con su cabeza agachada, hasta que una pequeña sonrisa se asomo en sus labios.

¡Hoy morirás! —dijo sonriendo ampliamente— ¡Me enfrentas!
Soy testigo de cada fin.
Siempre estuve tan cerca de ti.
Te burlaste aquí de-de la muerte.
Dejaste de reír.

Después de eso se quedó callado, había sentido un dolor punzante en su pecho, sabía lo que significa, llevo su mano a la zona mencionada e intento sobar levemente para calmar el ardor.

[....]

—¿Ya te han dicho que tiene? —le pregunto Sherk a el felino español.—

—No, aún no saben que tiene —dijo desanimado.—

—Pa' mi que se va a morir —hablo esta vez Burro.—

—¡Burro! —regaño el ogro.—

Desde el momento en que Kitty estuvo ahí, Gato no se movió ni un momento de su lado, mientras tanto Perrito estaba a cuidado de Ricitos o de Sherk, ya qué ambos se turnaban para hacer más fácil el trabajo.

Pero aún no tenían ni mínima noticia que era lo que le pasaba a Kitty.

—Hey, Gato —llamo Ricitos— ¿Cómo está Patitas Suaves?

—Esta bien, o al menos algo mejor de lo que estuvo hace días —le respondió a lo que la contraria asintió en entendimiento.—

—¿Puedo verla? —pregunto la chica, quería hacerle unas preguntas pero también quería verla, apesar de todo y no lo admitiría, le había tomado tantito de cariño.—

—Claro, pasa —dijo el gato atigrado.—

Ella sin más entro a la habitación de la felina, estaba algo pensativa y su mente estaba teniendo una discuta con ella misma en su mente.

Si bien, no quería que por ella se fuera a dañar una relación, o más bien, por las respuestas que le vaya a dar Kitty a ella.

—Toc toc —exclamo sonriendo leve, llamando la atención de la gata bicolor.—

—Oh, hola Ricitos —la saludo, sonriendo alegremente— No esperaba verte por aquí.

—Ahmm, pues...—suspira— Siempre se puede hacer una excepción, dicen.

—Lo se, pero es nuevo viniendo de ti —se burlo un poco, haciendo que la rubia la culminará con la mirada— Pero dejaremos eso de lado, ¿que haces aquí?

—Pues, venía a verte...—le respondió cerrando la puerta detrás de ella— Y a hacerte unas cuantas preguntas.

—¿Preguntas? —dijo confundida, a lo cual la rubia asintio— ¿Sobre qué?

—Mira Patitas Suaves, no me voy a andar con tantos rodeos —ella dijo con seriedad— Es sobre tu enfermedad, ¿desde cuando te empezaste a sentir mal?

—¿De que hablas? —pregunto aún confundida.—

—Por dios, Kitty, no creo que tu situación sea de cualquier tipo, así que responde —declaro seria cruzando los brazos.—

—Pues... creo que fue desde hace unos dos meses —respondio con duda.—

—Dos meses...—murmuro la rubia a lo bajo, pensativa— Dime exactamente qué día.

—Creo que fue... unas semanas después de que hayamos organizado la reunión casual que tuvimos, que por cierto, Muerte vino porque lo invitamos.

Al escuchar aquello Ricitos se sorprendió, recuerda ese día perfectamente, ya que ese mismo día fue cuando Gato le pidió matrimonio a Kitty, cosa que en si nadie se esperaba, aunque solo lo sabían Perrito y Burro.

—Patitas Suaves, ¿estas segura sobre eso? —eso confundió a la gata bicolor.—

—¿Segura de que?, ¿a qué te refieres? —pregunto, ladeando su cabeza.—

—Sobre tu compromiso con Gato, ¿estás realmente segura?...

Al escuchar aquello Kitty solo agacho su mirada, no sabía que responderle, era claro que por el lado de Gato él estaba más que feliz por la boda.

¿Pero ella? no lo sabía realmente.

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Las ideas andan moridas gente :( pero ni modo...

¿Quieren final feliz o triste? :3

Espero que les haya gustado.

Adiós ❤️

La enfermedad de las rosas (Kittydeath)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora