Ella puede llamarme lo que quiera

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Narra Luna

Dormir es algo que se me daba muy mal últimamente, sentía bastante miedo de cerrar los ojos y revivir lo vivido una y otra vez.

Sin embargo, hoy había sido diferente.

Aun me estaba despertando entre caricias y besos, al momento una sonrisa se plasma en mi cara, la luz da en la cama dejando una estampa preciosa.

Abro los ojos para encontrarme con unos grandes marrones, llevo mi mano a la barba que ya le ha salido aunque se haya afeitado hace dos días.

Pedri esconde su cabeza en mi cuello donde noto su respiración tranquila haciendo que me estremezca.

- Buenos días amor - murmura con esa voz de recién levantado que me vuelve loca.

- Buenos días- le contesto feliz, hacía tiempo que no me despertaba con ganas de afrontar el día.

Pedri se levanta de la cama, no sin antes darme un pico. Va hacia el armario y se pone un pantalón de chandal gris.

Me levanto a duras penas de la cama dejando mis piernas colgando del borde, me encontraba bastante débil pero a la vez sentía que hoy podía con todo. Estiro el brazo para coger la sudadera de Balenciaga de Pedri que está tirada por el suelo ya que solo estaba en ropa interior.

Me pongo de pie y pierdo un poco el equilibrio.

No hizo falta que verbalizara mi falta de energía, al momento tenía a mi canario ayudándome a llegar a la cocina.

Cojo asiento en la mesa subiéndome a la banqueta, en la puerta veo cajas de Bea y de Fer. Se iban hoy a instalarse en un apartamento en Barcelona que había alquilado Bea, había decidido dejar Madrid, echaba de menos el mar y a mi.

Ella hacía esfuerzos por mi y yo en cambio le ofrecía malas caras, me había comportado como una niñata ayer con ella.

- Lo siento - le digo a mi amiga debido a nuestra última conversación, ella me abraza y me da un beso en la mejilla.

- Ni te preocupes. - me vuelve a abrazar fuerte, al igual que Fer. Me despido de los dos hasta después de comer.

Pedri me da las tostadas y el ensure. Comienzo a comerlo todo, una vez acabado me tomo la medicación.

- Espero que no me duerma mucho - murmuro, Pedri me escucha aunque no me contesta, en cambio me deja un beso en la cabeza mientras me abraza por la espalda.

- Dormidita eres una monada - me río y él también, noto como su pecho vibra en mi espalda.

Subo hasta mi supuesta habitación donde tomo una ducha y luego me visto con un chandal de dos piezas gris. Tengo el pelo especialmente enredado por lo que tardo bastante en desenredarlo, me asusto cuando al cepillarlo caen mechones, doy un grito ahogado.

- ¡Luna! ¿Estás bien? - se me olvida por completo la crisis existencial de que me esté quedando calva cuando el canario más guapo de las islas aparece recién salido de la ducha con una toalla en su cintura. Madre mía. - ¡Luna! - me regaña con el tono de voz, sacudo la cabeza y al momento me sonrojo.

Se ríe a carcajadas de mi, involuntariamente vuelvo a reír. Hace mil que no me reía tan seguido.

- Es que me estaba quedando calma pero me has distraído- le digo, se acerca decidido a mi.

- Pues no te distraigas mucho - me gira poniéndome enfrente al espejo con el detrás, me agarra el pelo y me lo cepilla con cuidado. - Es la falta de nutrientes, nada que en unos meses no se arregle ¿Vale? - asiento ante sus palabras, una vez acababa echa mi pelo a un lado dejando mi lado derecho totalmente libre y deja un beso húmedo en él.

Lugar seguro | Pedri GonzálezWhere stories live. Discover now