En celo...

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La llevó hacia la oscuridad de la arboleda. Le bastó con susurrarle algo al oído para que ella lo siguiera.

Él siempre tenía ese efecto en las mujeres. Ninguna osaba decirle que no. Y yo no entendía porqué. Un niño de mamá, malcriado, caprichoso, rico, con el mundo a su disposición. A mí sólo me causaba repugnancia.

Pero aún así, los seguí. Nunca supe porqué. Quizás fue solo curiosidad. Quería entender qué era lo que él tenía para que todas cayeran rendidas a sus pies.

Abandoné el grupo en silencio. Mis compañeros de universidad estaban rodeando la fogata clandestina, riendo y bebiendo. Una fogata que habíamos armado en un lugar alejado del bosque, sitio al que teníamos acceso prohibido. Se decía que extrañas criaturas merodeaban por allí, a esas horas del crepúsculo.

Sin que nadie se diera cuenta, seguí a la pareja furtivamente. Desde varios metros, cobijado detrás de un tronco grueso comencé a observarlos. Él ya se había despojado de su camisa, y la tenía a ella, de espaldas contra un árbol, besándola de forma arrebatada.

Con una mano sostenía los brazos de ella en alto, agarrados desde las muñecas, justo sobre su cabeza. Con la otra mano levantó su pollera corta y arremetió con dos de sus dedos en su entrepierna, con tal fuerza que ella gritó fuerte. Fue una mezcla de grito de dolor y de gemido de placer. Y mientras la mano de él realizaba movimientos hacia arriba y hacia abajo, haciendo que el cuerpo de ella se moviera de igual manera, sin la menor resistencia, como si fuera una marioneta, él soltó sus brazos.

Y ahora con su mano libre le abrió la camisa de un tirón. Descubrió uno de sus senos, voluptuosos y carnosos y comenzó a chupar su pezón con urgencia, como si estuviera sediento y aquello fuera un manantial de agua fresca...

Me estremecí ante aquella visión y contuve el aliento, mientras la escuchaba gemir, cada vez más alto y más seguido.
Sentí una oleada de placer electrizante en todo mi cuerpo. Y no entendía de dónde provenía hasta que bajé la vista. Me di cuenta que con mi mano, me había empezado a masturbar, siguiendo el mismo ritmo frenético que él hacía con su mano aún en la entrepierna de ella. Sentí que era la mano de él y no la mía la que me tocaba.

No me pude detener hasta que él no se detuvo. Y justo cuando sentí mi mano mojada, levanté la mirada y lo vi... Sé que estaba oscuro y aún seguía obnubilado por una ráfaga de excitación que me recorría el cuerpo entero, pero puedo jurar, que por un instante vi los ojos de Steffan clavados en los míos, con un brillo de salvajismo y placer, que jamás podré olvidar...

Desde aquella noche, estoy en un celo tortuoso. Mi obsesión por él crece cada día. Lo sigo a todas partes. Pero soy consciente de que ya no me basta con verlo de lejos.

Mi cuerpo lo necesita. Y masturbarme pensando en él, ya no es suficiente. Sé que no le gustan los hombres. Pero estoy decidido a hacerle cambiar de opinión. Mi cuerpo, mi alma y mi corazón lo eligieron.
Steffan es mi Alpha y yo, su eterno Omega...

STEFFAN #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora