Imaginación o realidad

591 82 16
                                    

—Prefiero esperar aquí...—dijo mientras ponía la llave cerca de mí, en el piso.

—Como...prefieras...— dije más para mí que para él.

Sabía que tenerlo así tan cerca, lo único que iba a provocar era que me encendiera otra vez. Y cuando sentí que las primeras llamas de un fuego bajo pugnaban por subir, opté por mirarlo a los ojos. Su expresión de asco sería suficiente para mantener mi fuego controlado.

Pero para mi sorpresa, me topé con una expresión muy distinta. ¿Acaso...estaba conmovido? No era asco, era lástima lo que sus pupilas me proyectaban...

—¿Aquí...vives?

Asentí. No fui capaz de articular palabra.

—Y...¿en eso...duermes?— y señaló dubitativo el pedazo de colchón maloliente sobre el cual yo estaba sentado.

Cometí el error de volver a mirarlo y me estremecí. Mi cuerpo comenzó a temblar.

—¿Por qué no te vistes? Estás tiritando de frío...

¿Por qué Steffan estaba usando conmigo aquel tono de voz? Nunca lo había escuchado hablar así. Era dulce...y parecía preocupado.

Inspiré profundo, lo cual fue un error porque su aroma me atravesó despiadadamente.
Me aclaré la garganta y respondí:

—...Otra remera...y buso...mojados...ayer lavé...

Nada de lo que decía parecía tener coherencia.

Sin embargo, Steffan de alguna forma logró entenderme. Miró hacia la salamandra y notó una segunda remera y un buso desplegados cerca del fuego. Volvió entonces su vista hacia mí y por lo que me parecieron eternos segundos me miró fijamente, sin parpadear.

El fuego en mi interior aún pugnaba por emerger. Yo me esforzaba al máximo para tenerlo controlado. Pero sabía que no sería así por mucho tiempo. Traté de pensar en algo más para distraerme pero no hubiera existido pensamiento alguno que me distrajera de lo que ocurrió a continuación...

Steffan, en un moviento rápido, se quitó la remera. Y con un segundo movimiento intempestivo se despojó también de la camiseta de mangas largas que llevaba debajo.
Su torso color chocolate, musculoso, tentador, su piercing en el pezón izquierdo, su vientre endiabladamente trabajado y el borde negro brillante de su boxer que sobresalía de su pantalón más abajo me terminaron por enloquecer.

Cerré los ojos con fuerza y , en un acto de sensatez que aún hoy agradezco, manotee mi morral y cubrí con él mi entrepierna para no delatarme. Y me abracé a él fingiendo buscar calor.

—Ponte esto...— me dijo.

Lo volví a mirar. Se había vuelto a poner su remera y me ofrecía su camiseta.

—Póntela...está seca...

Me negué pero él insistió.

—O te la pones tú...o te la pongo yo...

Tomé la prenda que me ofrecía con urgente torpeza. Si su piel llegaba a rozar mi piel, aunque solo fuera por un segundo, todo el autocontrol que había logrado hasta ese momento habría sido en vano.

Como una ráfaga electrizante, una imagen cruzó mi mente sin permiso, mostrándome lo que mi cuerpo deseaba: yo, sentado sobre su regazo, lamiendo su torso empapado en sudor, frotando mi fuego bajo contra el suyo...mientras lo escuchaba gemir...y rogarme por más...
Sacudí la cabeza con violencia, buscando deshacerme de aquella visión.

Lo miré de reojo. Él no pareció darse cuenta de nada porque repitió:

— ¡Póntelo!

Me vestí con aquella camiseta lo más rápido que pude, cuidando de que el morral me siguiera cubriendo la entrepierna.
Lo miré. Y para mi sorpresa...me sonrió...

Y fue una sonrisa tan dulce, tan amigable, tan reconfortante, que hasta el día de hoy me cuesta saber si fue real o si mi estado febril me la hizo imaginar...

STEFFAN #PGP2024Où les histoires vivent. Découvrez maintenant