Steffan (VI)

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Cuando se dio cuenta de que no era un sueño, intentó despegarse de mis brazos, pero yo no lo solté.

Afiebrado, débil, llorando, temblando me rogó que no le hiciera nada.

Mi cuerpo también temblaba. Verlo así, en aquel terrible sufrimiento, me hacía temblar. Ambos sabíamos que si lo hacía mío, a la fuerza, su agonía acabaría. Pero también me odiaría para siempre.
Lo apreté contra mi pecho y le juré que sólo sería mío cuando él me lo pidiera.
Si era que alguna vez llegaba a pedírmelo...

Aquella promesa pareció tranquilizarlo. Se acurrucó entre mis brazos y se dejó arrullar, como si fuera un cachorro pequeño. Pocos minutos más tarde, ya estaba rendido al calor de la fogata que yo había encendido...y al calor de mis caricias en su rostro. Entreabrió los ojos y me miró.

—Me estabas...espiando en el lago...—apenas tenía fuerzas para hablar— No pude olerte porque tenía cerca tu camiseta...y ese olor tapó el tuyo... ¡Me viste desnudo!
Sus palabras, aunque débiles, me hicieron reír.

—Verte desnudo...fue una de las mejores cosas que me ha sucedido en esta vida...

Pude notar que se dibujaba una sonrisa en su rostro pálido.

—Atrevido...—pronunció casi en un susurro.

—¿Atrevido? ¿Por qué? ¿Acaso tú sí puedes verme desnudo pero yo a ti no?

Alzó la mirada y parpadeó nervioso.
Continué hablándole:

—¿Acaso vas a decirme que no te gustó el espectáculo en mi ventana que di sólo para ti? Me divirtió que se sonrojara—Aunque me decepcionó...— continué pícaro— que salieras corriendo.

Volvió a sonreír.

—Aunque en el bosque, cuando estaba con aquella Beta, no lo hiciste...— dije recordando aquel día— Te quedaste viéndome hasta el final.

Al ver sus mejillas rojas por la vergüenza, sentí alivio. Podía percibir que ya se encontraba mucho mejor.

— Lamento...—dije— y siempre lo lamentaré, la forma tan cruel en la que te rechacé aquella mañana.

Su sonrisa se borró.
Pero yo tenía la necesidad urgente de seguir hablando:

—...Luego me ignoraste, el resto de la semana. Nadie nunca me había ignorado antes... No entendía cómo podías haberte olvidado de mí tan rápido. Empecé a averiguar cosas sobre ti. Pero nadie parecía conocerte. Me fue difícil averiguar dónde vivías...— recordar aquel colchón húmedo, aquella comida podrida, aquella habitación tan fría me hizo estremecer.—respiré profundo y proseguí—Pero más difícil me resultó encontrar a alguien que supiera tu nombre...

Me miró urgido y comenzó a temblar. Lo abracé con más fuerza y le susurré:

—Bennet..., tienes el nombre más bello del mundo.

Lo sentí conmovido. Cerró los ojos pero yo sabía que seguía escuchándome así que seguí hablando.

Le conté sobre los Alphas enmascarados y la cacería exitosa que había hecho. Le conté cómo había enviado a alguien para seguirlo y lo frustrado que me había sentido cuando perdió su rastro por unas horas. Le confesé el miedo que sentí creyendo que lo había perdido para siempre y cómo mi corazón había vuelto a la vida cuando lo hallé en esa caverna.
Cuando sentí que se quedaba dormido, me dediqué a contemplarlo en silencio.

Y cuando los primeros rayos del sol del nuevo día penetraron en la cueva donde estábamos, mi Omega abrió los ojos. Me miró fijamente y rozó , apenas, sus labios con los míos... Sólo duró un segundo...pero fue el beso más dulce que me han dado en toda mi vida...

Volvió a mirarme y sonriéndome, susurró una palabra:

—...Gracias...

Y como sintiéndome una criatura pequeña, allí entre sus brazos,me puse a llorar...

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