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La cabeza de Gojo parecía una bomba de remordimientos que bajo ninguna circunstancia quería hacer explotar. Vaya que han sido meses pesados para él. Hace tiempo no había ejercicios físicos bastante prolongados, de hecho. Ahora que lo pensaba nunca los hizo más allá de la escuela de hechicería. En este momento lo relajada.

Curioso cuando menos.

Total, el traje de entrenamiento le quedaba bien, aunque era una simple camisa sin mangas y unos pantalones holgados.  Corriendo por las calles de Japón entre el amanecer y las 8 de la mañana, levantaba una que otra mirada que tenía la casualidad de toparse con él. No le desagrada ese hecho, pero no estaba para alimentar su ego, estaba para evitar que su cabeza no explote.

No importa si sea toda una noche la usaba, o al contrario solo unas horas, sabía que tenía que pelear con él, ¿La muerte sería la única forma de ofrecerle paz? ¿Había una forma de que desistiera de esa locura? Tendría que averiguarlo muy pronto. Pero su viejo amigo parecía tragado por la tierra.

Ignorando eso, el heredero del clan Gojo se detuvo en un local pidiendo un café, y varios dulces. La noche pasada se le informó que tenía que ir a su clan (otra razón del porque su afán de correr tan temprano) siendo la razón, el último acuerdo que tenía que atender, para que de momento pudiera exclamar una cotidianidad relativamente tranquila.

En lo que él conocía como cotidianidad tranquila, claro estaba. Sacando su teléfono, el portador de los 6 ojos tenía una sonrisa pícara en el rostro.

— ¿Mei Mei? Lamento no haber hablado tanto estos últimos meses, sé que eres una mujer ocupada, pero ¿Me haces un favor? Te pagaré si lo deseas. — Del otro lado de la línea la mujer sonreía de media lado, feliz de escuchar nuevamente esa voz.

— Me encanta el dinero querido, pero no es necesario. Solo te cobraría por un trabajo sucio. — Limandose las uñas la hermosa mujer hablada, Gojo la llamó en un momento justo, arreglándose cómo era normal en ella en su rutina apenas despertara.

— En ese caso está bien, ya que nadie saldrá decapitado, castrado o asesinado. Verás… — Y así empezó a narrar lo que necesitaba, pasó a paso en el que Mei Mei frente a su espejo se veía más interesada.

— En situaciones normales no aceptaría ese tipo de favores. Soy más una mujer de negocios serios, no una travesura, solo acepto porque también tenía planes de conocerlo.

— Tu tiempo es como el oro, valioso ¿No es así?

— Se podría decir. Aunque yo usaría otras palabras. El punto: Acepto ayudarte.

— Muchas gracias. Tengo que irme, adiós y gracias. — Y colgó. Tomando otro trago fuerte de su café, pidió otro dulce, retomando su carrera sabiendo a dónde tenía que ir después.

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Con una expresión de ligera pereza, Toji detallaba a los jóvenes desde la distancia. Le sorprendía cuál rápidamente se podía volver repetitivo ser maestro por momentos, no ayudando el tipo de maestro que era. Pero detalles aparte, todo se ha mantenido callado para el, Gojo estaba de allá para acá sin decirle nada, lo único diferente han sido, claramente, algunas conversaciones con él tras saberse de su encuentro con Geto no sé hicieron esperar, ganándose con eso cierto respeto silencioso de varios. Tampoco le prestaba mucha atención, concentrado en cada mocoso a su cargo.

Fue cuando estaba por salir que sintió un hormigueo a sus espaldas, volteando a ver que era un ataque a traición. De un movimiento rápido lo esquivo, moviéndose hasta quedar a las espaldas a su atacante. Deteniéndose al ver que era una mujer.

— Un gusto conocerlo. — Una voz muy melosa se coló por su oído. Toji nunca podría negar que era hermosa. Apoyando una mano en su cintura, mirando fijamente a él. Si era honesto, esperaba algo relacionado con Geto. — Toji Zennit ¿No? Me llamo Mei Mei, cazadora de rango especial y vieja compañera de Gojo Satoru.

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