4

33 9 5
                                    

Las respuestas, muchas veces no son ciertas.

MICHAEL

Tenía dos par de corazones en la mano. Lancé una mirada disimulada hacia Alice, quién observaba  atentamente las cartas que le había tocado.

  —¿Algún grupo casi formado?  —Pregunté intentando analizar la respuesta que daría.

No la había visto sonreir. Sus ojos volvieron a repasar las cartas. Imaginé cómo sería su sonrisa.

   —Este juego será mío   —aseguró cómo respuesta.

  —Me pregunto qué pedirás o que pregunta harás.

Hale una carta.

   —Tantas cosas que tengo en mente.

Hala una carta de la mesa y se lo quedó. Desde hace un rato comenzó hacer eso. Era un poco sospechoso sabiendo que perdió todas las partidas antes.

   —Hiciste trampa   —murmuré mirándola.

  —¿Cómo puedo hacerlo?

Ignoré la pregunta y me centré en analizar los movimientos que hizo.
Tal cuál lo supuse, bajó las cartas completas en la octava vuelta.

Era obvio que acomodó las cartas a su favor a la hora de barajar. Antes de repartir hizo tres barajas, estoy seguro que fue en ese momento dónde cambió los números.

   —¿Por qué sigues aquí?   —preguntó sin preámbulo.

   —Espera, ni siquiera se ha confirmado que hayas ganado.

  —He ganado.

  —¡Hiciste trampa! 

   —Pero gané.

   —No vale.

  —Sí vale  —Se pusó de pie colocando las manos sobre la mesa—.  No hay reglas que dice que está prohibido hacer trampa.

Miranla a la descarada esa.

   —No es necesario hacer reglas, se sabe que eso es la ley visible o invisible, en todos los juegos.

   —Impusiste nuevas reglas en esto, lo cuál hace que remuevan absolutamente todo, puede que también  se quiten las reglas legales.

   —¿Cómo haces para hablar así?  —me sinceré. Fruncí el ceño.

A veces, escuchar hablar a Alice me irritaba. Otras, me parecía ineteresante el esfuerzo y las variedades de palabras que utilizaba para hacerse entender.

Me miró cómo si yo fuese el tonto.

   —Me enseñaron a no dejar las cosas a medias, si me voy dejaría este juego a la mitad   —decidí responder a su pregunta.

   —No me refiero al ahora, me refiero a todo. ¿Por qué me buscaste el día del funeral? ¿Por qué vienes cada día? ¿Por qué te preocupo tanto?

   —No me preocupas tanto. Si estoy para ti es por la promesa que le hice a Marcos.

   —No es responsabilidad tuya. No quiero que estés aquí; para mí, solo por una estúpida promesa que hiciste. Eres libre de no regresar más, Michael.

No supe que responder.

Lo había intentando, por supuesto que lo hice. Más de una vez me levanté diciendo que no volvería aquí. No obstante, la presión en el pecho y el presentimiento de que ella puede no estar bien, me hace regresar a su lado con total ligereza.

Hecha Para Mí Where stories live. Discover now