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La casita en el árbol

ALICE

Ya había pasado nueve meses desde la partida de Marcos. Cada día, me era difícil recordarlo.

La grabadora que me había entregado Samantha, estaba guardado en el armario de mi habitación.
No me apetecía escucharlo. Después de lo último nuevo que supe de él,en la fiesta de los LH, no quise saber más.

Las veces que me recordaba de él, era cuándo recordaba los celos que sentí cuándo vi a Michael besando a la pelirroja, un golpeteo de culpa me hacía sentir que lo que sentí, no fue correcto, porque Michael era el amigo de Marcos.


Por un lado, las palabras de Gema se repetían en mi cabecita: "no hay nada de malo en que Michael sea más que un amigo"

Por otro, las palabras de Vivian: ...

Hasta me da cositas, volver a escribirlo.

—¿Quieres seguir para tu habitación? —preguntó Michael.

Últimamente me gustaba verle a los ojos. No supe por qué.

—Quiero salir un momento —anuncié, sincera.

Acabábamos de jugar ludo, tenía la columna entumecida por estar en la misma posición tanto rato.

—Iré por unos abrigos  —avisó y subió a la segunda planta.

Sí, me acostumbré a la atención de Michael. Había cosas simples, que fácilmente podría hacerlas yo. Pero dejaba que él los hiciera. Cómo  ir a traer mi abrigo.

Regresó rápido. Estaba anocheciendo. Me ayudó a ponerme el cardigan de lana. Se colocó una gruesa sudadera. Afuera el viento corría ligero y fresco. Mi cabello estaba atado a una cola, lo cuál me alegraba, no me era agradable que se me sitúe en el rostro.

La luna estaba casi llena, estos días se hacían presente por la tarde para irse por la madrugada. Comencé a sentir frío en las manos y me arrepentí de no haber traído unos guantes. Sonreí, al darme cuenta que ni siquiera fuí yo, quién subió a por el abrigo.

El jardín de casa era amplio. Caminábamos en silencio, bajo la luz de la luna. Buscó mi mano y enredé nuestros dedos.


Siempre era agradable estar así, con él a mi lado.

—Me contas un cuento  —me enfurruñé, cómo últimamente me gustaba hacer con él.

—Alice, solo me sé un cuento y es lo que pensaba contarte antes de dormir.

—Por eso.

Sonrió cómo de costumbre.

—En un lugar muy lejano  —comenzó.

Me gustaba cuándo Michael me contaba historias o cuentos. No sabía si se los inventaba. Pero, eran lindas y me llenaba de cierta tranquilidad.  

—Había un pueblo que estaba rodeada de una densa neblina. Nadie podía ingresar o salir de dicho pueblo. La neblina intoxicaba a cualquiera que se adentraba a ella.

Yo muy feliz, me puse a imaginar dicho pueblo con la densa neblina rodeándolo.

—Una joven, hija del hombre sabio de aquel  pueblo, comenzó a interesarse por lo que había al otro lado de la neblina...

Hecha Para Mí Where stories live. Discover now