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Aquellos ojos, extraños y ambiciosos


ALICE

Estaba de pie al lado de Marcos. Quién estaba conversando con algunos de sus amigos (no amigos) que conoció en la fiesta hace unas horas. Marcos era así, socializaba con toda persona a su alrededor a cada instante y los olvidaba al siguiente.

Sentí una cálida temperatura subirme desde las pantorrillas hasta los pómulos. No entendí y me detuve analizar lo que me sucedía, entonces la sensación de que alguién me estaba observando me golpeó con una idea.

Levanté la mirada, observando a todos lados, pero al instante en que mis ojos comenzaron a visualizar, impactaron con los ojos de él.

Un deja Vu me recorrió por el sistema neuronal. Yo recordaba esos ojos, recordaba a esa persona. Flashback de cuándo era niña llegarón a mi mente. Una niña que jugaba con aquel niño que ahora era un joven de cuerpo atlético, cambiado pero con los mismos ojos.

Avellana, ámbar, caramelo.

Caramelo, ámbar, avellana.

***

   —Él es Michael, el amigo del que te hablé  —lo presentó Marcos.

No era cualquier persona. Era el único y mejor amigo de Marcos, mi novio.

Asentí la cabeza a modo de saludo. Hizo lo mismo. Cuándo levantó el rostro, sus ojos volvieron a mirarme y sentí una extraña incómodidad.

No lo supe en ese instante. Creo que, ni siquiera hoy lo sé.

Me di la vuelta y caminé sin girar. Marcos le dijo algo, luego vino detrás de mí. Me rodeó por la cintura, mientras caminábamos hacia la alberca de casa.

***

El impacto de la vespa fue seco, rápido y fuerte. Mi cabeza impactó contra algo, el golpe sordo a través del casco me hizo torcer una mueca. La pierna se me sacudió por un dolor inaguantable, al llevar la mano hacia ella, algo caliente y vivo me empapó los dedos. Sangre.

El dolor me taladro los temporales y me sumergí en un vacío. El ruido comenzó a desaparecer.

   —Marcos  —grité o intenté hacerlo.

Quizá solo lo pensé. Intenté incorporarme, las extremidades no me obedecían. El miedo me invadió en todos los sentidos, porque en ese momento lo senti, su energía se apagó.

Intenté concentrarme, buscando con detenimiento la energía de su cuerpo/vida. Los segundos pasaban y no podía sentirlo, su energía había desaparecido totalmente. La desesperación e impotencia creció dentro de mí. Intenté convencerme que podía estar bien, que soy yo la que no logra detectar su calor de vida.

Pero, dentro de mí lo supe. Estaba sola, sola.

La vista comenzó a nublarme y dejé de sentir todo. Entre todo esa inconsciencia, aparecierón aquellos ojos, color ámbar.

Creo que me miró y luego se alejó. El mismo calor moderado que sentí cuándo me vio la primera vez, comenzó a recorrerme por los inicios de los dedos de la mano. Cómo si quisiera protegerme con una capa de escudo.

Volvió a acercarse, creo que me levantó del suelo, no estoy segura. No pude decirle que ya era tarde. Demasiado tarde. Marcos nos había dejado.

***

Lo vi, cuándo salí del hospital. Lo vi, en cada ataque de pánico. Lo vi, en mi calma total. Lo vi, en todas partes.

No me di cuenta.

Pero, él ya estaba en mi rutina. Se adentró a mi vida, no recuerdo cómo o por qué, pero estaba ahí, con los ojos tan cerca de mí.

Ámbar, avellana o caramelo.

Hecha Para Mí Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora