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NO SABEN CUÁNTO SUFRÍ AL ESCRIBIR ESTE CAPÍTULO.

ALICE

Pensé que la vida era esto, un montón de reglas y estereotipos que seguir. Uno no nace libre, aunque parezca que sí. La fina línea entre la esclavitud y la libertad es invisible. Llevamos puestos cadenas invisibles sobre las muñecas y sujetas a nuestras mentes, pero

¿Qué es lo que si es libre? El corazón, los sentimientos. Son dos cosas que nos hacen actuar, nos guían por dónde creen que será correcto pero ignoran si aquellos caminos llevan a la libertad o a la esclavitud.

Son dos cosas que pueden guiarnos a la luz o a la obscuridad. Me llevaron a él y no sabía, si era luz u oscuridad, o peor aún, era tinieblas rodeado de una luz potente.

Tal vez, sin darnos cuenta nos dirigimos a un lugar dónde no solo encadenan las manos y la mente, también el corazón y cada uno de los sentimientos.

No hay mapa, tampoco manual para advertir nuestra mala dirección. Y aunque, para mi si hubo no quise verlas, ya mi mente estaba encadenada, ya mi corazón estaba bajo el rojo vivo de las cadenas, ya mis manos no querían más que su piel, su abdomen y todo él.

Mi cuerpo entero no quería más que estar siendo detallado bajo la luz de su mirada. Incluso mis ojos no podían ver más allá de él.

 —¿Estás bien?  —dijo y colocó una mano sobre mi frente para comprobar si es que tenía fiebre.

Ayer era septiembre, un año. Pasó un año, desde la partida de Marcos.

Y aquí, estaba yo.

Dependiendo y necesitando cada vez más de su amigo.

—Solo un deja Vu interesante   —comenté.

Me miró con los ojos entrecerrados, cómo si quisiese comprobar mi veracidad.

—¿Qué era?  —Acarició mi mentón con el dedo pulgar.

Estabamos demasiado cerca que podía sentir su respiración en mi boca.

¿Qué era? Cómo carajos iba a encontrar una mentira si estando así de cerca bloqueaba mi mente.

Mis ojos recorrieron sus labios y supe que estaba haciendo lo mismo. Me agaché, apoyé la frente en su pecho, sentí su quijada sobre la cabeza.

La cama blanca sobre la que estabamos parecía demasiada blanda y mi corazón estaba latiendo rápido.

—Lo mismo de siempre.  —No quise detallar algo más, era mejor asi.

Me acurruqué más contra su cuerpo, me hice un ovillo para encajar en su vientre, estabamos de costado frente a frente.

Esto era la jodida dependencia física. Él y yo, lo sabíamos bien.

Quería no depender de él. Pero, se sentía tan lindo. Estábamos, cada día más cerca.

Y yo, dentro de mi me repetía: todo bien, mientras no pase nada.

¿Y, si sucedía algo?

Entonces, sería momento de romper nuestro contacto. Hablé con Gema. Si pasaba algo más entre Michael y yo, haría contacto cero.

Hecha Para Mí Where stories live. Discover now