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Cámaras y un lindo Michael.
Quizá, una curiosa Alice.

ALICE

Era el día cuatro que pasaba en casa de Michael. Saber que solo faltaba tres días para regresar a casa, me puso mal.

Me había acostumbrado a la casa Debram. Con la señora Malena a la hora de cenar y/o almorzar, conversando cosas de mujeres (según yo). Con Michael acompañándome en las noches, dónde curiosamente estaba mejor que nunca.

Parecía que la ansiedad y la crisis de pánico se habían quedado en casa de Gema.

Hasta casi ni me recordaba de Marcos.

Cierto, aunque eso no quiere decir que lo haya superado.

Michael no estaba, fue a una reunión en el trabajo, aunque, yo creo que salió con su novia.

No sabía a que hora iba a llegar a casa, así que, me quedé de lo más relajada leyendo el libro que encontré debajo de la cama.

Bueno, pensé leer el libro. Pero, la vista desde la terraza, dónde me encontraba, era hipnotizante.

Me quedé observando la ciudad con magnetismo. De pronto quise que también haya una terraza en casa de Gema.

La casa de Emmett tenía una terraza. En cambio, la vista no era tan linda cómo aquí.

De pronto, de tanto observar con magnetismo la ciudad, me entró cierta nostalgia y me puse a recordar las anécdotas y lítost que pasé.

Vivir para mi, era una carrera que no pedí participar. Me esforcé por saltar los  obstáculos que no esperé encontrar  y seguía dando lo que podía.

¿Las cosas podían ponerse peor? 

No supe, pero si la respuesta era un .
Esperaba que esta vez no hubiese alguién a quién podía lastimar con los efectos.

Me levanté, dejando el libro sobre mi asiento y caminé con dirección a mi habitación.

Cuándo llegué al pasillo, la puerta de la habitación de Michael se me hizo tentativa o no sé. Pero, no me detuve cuándo mis manos giraron la perilla y empujaron un poco.

¡La puerta se abrió!

La abriste tú.

En la casa solo estábamos Joana; la cocinera y yo.

Entré y cerré la puerta a mi espalda. Tuve la sabía idea de salir y tranquilamente pasar el resto del día feliz como una perdiz.

Ujum, si hacía eso, no sería yo.

Así que, lo primero que hice fue entrar al baño. Vea que, las ganas de hacer pipí me llegarón.

Luego de salir, me quedé observando con detalle cada cosa a mi alrededor. La noche anterior tuve tanto sueño que no pude hacer tal cosa.

Me eché sobre la cama y brinqué un poco sobre esta. Me quité las zapatillas pantuflas y me impulsé  con más fuerza sobre la cama.

Después me volví a colocar las pantuflas de algodón y me puse a revisar las otras cosas.

Su armario estaba lleno de pantalones y sudaderas. El otro ropero estaba llenó de cazadoras de cuero color oscuros. Husmeé y dejé las cosas tal y cómo estaban.

Hecha Para Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora