9

19 6 3
                                    

EL JUGUETE DE UN CASI PSICÓPATA

ALICE

Estabamos debajo del puente, sobre la vespa, yo estaba aferrada a su hombros y taryn (la vespa) seguía encendida.

Frente y arriba de nosotros, en el puente, se levantaba graffitis escritos con aerosol. El que más resaltaba por ser grande y de color rojo decía: Jimena es mi mujer y le seguía una respuesta: En tus sueños, imbécil.

No estaban legibles pero se lograba entender.

—¡Aja y cuál es la de ustedes!  —gritó para hacerse escuchar por el barullo que había a nuestro alrededor.

Me bajé de la vespa sin responder.

Apagó la vespa y el poco silencio inexistente nos rodeó. Miré mi reloj, era la once con cincuenta y seis minutos, faltaba poco para las doce en punto. A esa hora detenían todo para poder almorzar, cualquier vehículo que seguía movilizandose era sancionando.

—Esperemos un poco  —informé, mientras me quitaba el casco.

—¿Dónde está tu nombre y la de Marcos? que no lo veo.  —Sus ojos curiosos me observabarón—. O Qué hicieron ahí? ¿Dibujaron ese Goku?  —Indicó al protagonista de dragón ball.

—Desde aquí no es posible verlo.  —Un leve rubor llegó a mis mejillas.

Michael se quitó el casco, lo guardó sobre la vespa y caminó en dirección al puente.

—¿Que tan cerca?  —La concentración con la que miraba hacia el puente, hizo que su entrecejo se junte.

Ash este tonto, yo sabía que lo estaba haciendo a propósito.

Caminé detrás de él, con un aerosol en cada mano.

Yo, la menos graffitera.

—Aún no logro ver algo de ti y Marcos  —siguió, simulando preocupación.

Le golpeé el hombro con el aerosol. Me miró cómo si le hubiese dado el peor golpe de su vida.

—¿Para que quiero yo esto?  —preguntó con indiferencia.

—Para que dibujes ¡SOY UN TONTO POR SER EL MÁS INTELIGENTE DE TODA UNA SOCIEDAD COMÚN Y CORRIENTE!

—Por si no sabías, tonto e inteligente son palabras antónimas.  —Volvió a mirarme con preocupación fingida—. Y dibujar es diferente que escribir.

—Gracias, sabio  —farfullé.

Las personas iban disminuyendo y los vehículos ya no entraban al puente. Caminé hacia la pared del puente.

Trepé por la pared del puente. Michael me observaba con una ceja arqueada y una sonrisa oculta.

—¿Quieres ver lo que hizo Marcos o no?  —Le pregunté, irritada.

—Oh, ¡Dios! creo que Marcos era un poco ciego  —pronunció.

Ignoré sus palabras y llegué a la cima, dónde se elevaban unos barrotes, me agarré con fuerza de uno.

Hecha Para Mí Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt