3: ¿Por qué...a mí?

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La tarde de miércoles era agradable para Max, quien había optado por vestir con ropa fresca y cómoda, pero nada demasiado informal. Sabía que a esos lugares no debía ir luciendo su típico outfit de homeless que había acostumbrado a vestir para ir a la facultad o para pasarse la tarde pintando en su departamento, tenía que lucir bien. No solo por la compañía que tendría, sino por las personas que llegarían al lugar.

Puede que parezca mentira pero la ciudad sí apreciaba el arte, las galerías se llenaban al igual que los museos y ni hablar de las exhibiciones artísticas o los eventos del mismo índole.

Llegó al sitio dos minutos antes de que se abriesen las puertas de la galería y, ahí fue cuando se dio cuenta que quizás hubiese sido mejor llegar antes, puesto que había una larga fila de personas que al igual que él, esperaban por entrar al sitio. Se quitó el primer botón de su camisa negra por el calor que hacía y suspiró, mientras buscaba el último lugar en la fila, para formarse ahí. Había sido un tonto al creer que no habría nadie.

Intentó distraerse con cualquier cosa que apareciese a su alrededor, para evitar recriminarse su error, hasta que empezó a escuchar cuchicheos por parte de la gente cercana y se dio cuenta que observaban algo delante.

Trató de que sus instintos de chismoso no aparecieran, pero fue en vano, pues fijó la mirada hacia el lugar en donde veían todos, para saber a qué se debía el alboroto. Agradecía tener ciertos centímetros de estatura en ventaja para una mejor vista.

Cerca del lugar había llegado un auto, que era demasiado llamativo. Del Ferrari negro se bajó un hombre que vestía de manera un poco...peculiar y se quitó las gafas de sol oscuras, empezando a observar a la gente que hacía la fila, hasta que sus ojos se abrieron más que de costumbre y una sonrisa apareció en su rostro, movió sus pies lo más rápido que pudo, hasta llegar frente a Max, quien lo miraba con extrema confusión.

— ¿Charles? —pronunció su nombre de manera lenta.

El de ojos verdosos asintió tras escucharlo y se acercó lo suficiente como para tocar el hombro del contrario.

—Wow, tu auto es muy...eh...—Verstappen lucía desconcertado, no es que fuera gran fanático de ese tipo de cosas, pero el carro de Leclerc llamaba muchísimo la atención.

Aparte de parecer extremadamente caro, era un deportivo pintado de un negro muy brillante con franjas rojas. Estaba muy bien cuidado y aparcado en una zona visible.

—Entremos, Max —lo interrumpió el monegasco, sacándolo totalmente de su ensimismamiento.

El rubio sintió un montón de miradas fijas en él, la gente de los alrededores miraba a los dos hombres con curiosidad, o bueno, realmente miraban al de Mónaco puesto que él había sido quien se bajó de aquel deportivo. Se escucharon chillidos por parte de féminas cercanas, al igual que susurros, incluso hubieron un par de chicas que hicieron el amago de acercarse a Leclerc, pero él se encontraba en otro mundo, estaba mirando fijamente al chico de ojos azules que había invitado al lugar.

—El dueño es mi amigo, así que me permitió ser el primero en entrar —le dijo en un tono de voz bajo, para que ninguno de los de sus alrededores escuchase.

El neerlandés solo se limitó a observar a Charles, quien al ver que Max no reaccionaba, lo tomó por la muñeca acercándolo hacia él y haciéndolo caminar hacia la puerta de entrada, la cual estaba siendo cubierta por un par de guardias de seguridad, quienes al ver al monegasco, simplemente lo dejaron pasar.

La galería tenía muchas obras, que iban desde las artes plásticas, hasta pinturas de diferentes estilos, casi todas las paredes se decoraban de trabajos que variaban sus colores e incluso lo que demostraban.

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