9: ¿Dormirás conmigo?

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Max no había tenido un sueño tan agradable desde hace bastante tiempo, de hecho, nunca lograba dormir las horas suficientes para sentirse lleno de energía o siquiera tener un rendimiento decente. Usualmente ingiere bebidas energéticas para ir a la universidad, y, aunque casi no le guste, tomaba café en ciertas ocasiones para mantenerse despierto o incluso activo.

Era obvio que no tenía hábitos buenos, pero no es como si pudiese hacer algo mejor que eso. Con tantas cosas en su cabeza, dormir se le hace difícil y el día no le alcanzaba para descansar debido a su trabajo de medio tiempo.

No obstante, desde que tocó la cama de Charles se fundió en un sueño muy profundo, tanto que despertó casi al mediodía. La suavidad del colchón y las sábanas lo hacían sentirse tan cómodo, que le dio mucha pereza levantarse. Llegó al punto de considerar si era realmente necesario hacerlo o no, porque 1) era domingo, por lo que ya no tenía trabajo y, 2) no tenía ningún pendiente de la universidad. Realmente le costó convencerse a sí mismo el ponerse de pie, pero lo terminó haciendo.

Se acomodó la larga camiseta de Charles con la que había dormido y llevó sus manos hasta la maraña de cabello que se le había formado, intentado peinar este. Caminó hacia salida de la habitación, percibiendo hasta el cansancio el olor del perfume de Charles el cual estaba por todo el lugar.

Una vez salió, inspeccionó el pasillo en el que se encontraba, dándose cuenta que a un par de pasos de distancia había una puerta abierta. Max no conocía de nada la casa y tampoco es como si le gustase inspeccionar lugares ajenos, no quería intervenir con la privacidad del monegasco, ya había sido demasiado el dormir en su habitación. Llegó silenciosamente hasta la habitación, notando que el dueño de casa se encontraba ahí, Charles dormía sobre su gran escritorio, a su lado tenía una taza de café, un montón de hojas desorganizadas las cuales tenían gotas del líquido y la computadora encendida.

Max sonrió ante lo desastrosa que era la escena y caminó hasta acercarse al hombre que se encontraba profundamente dormido. Notó que se encontraba trabajando en lo que suponía era un presupuesto, debido a que las hojas se encontraban llenas de números, además de cálculos matemáticos hechos a lápiz.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, llevó una mano hasta su cabello, sintiendo en cuestión de segundos una de las manos de Leclerc sobre la suya. El hombre se sentó nuevamente, mientras intentaba mirar al rubio con los ojos entrecerrados.

—Ah, eras tú —habló en un tono muy suave.

Verstappen únicamente asintió.

— ¿Pasaste toda la madrugada aquí?

Charles emitió un bostezo mientras cubría su boca y asentía.

—Deberías ir a dormir a tu habitación —de nuevo habló el de ojos azules —. ¿Qué haces trabajando un domingo? ¿No se supone que eres el jefe?

El monegasco observó la taza de café que tenía a un lado y, al darse cuenta que aún quedaba del líquido, elevó la taza hasta sus labios para beberlo. Le daba igual si este estaba frío o si había perdido su sabor.

—Que sea el jefe no significa que deba esperar que me hagan todas las cosas —contestó, restregándose los ojos —. Me gusta revisar ciertas cuestiones antes de aprobarlas, en caso de que haya una falla.

— ¿Pero esforzarte tanto como para quedarte despierto toda la madrugada?

—Estaba compensado las horas que pasé en el bar mirándote —empezó a ordenar las hojas que tenía esparcidas.

—Entonces ya no me vayas a ver al bar —nuevamente habló Max, el cual se acercó lo suficiente como para sentarse en una de las puntas del escritorio —. Así no pierdes tiempo y dormirías de manera más decente.

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