5: Tequila sunrise

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Los trazos que había sobre el lienzo blanco no le terminaban de convencer, ¿Por qué se sentía tan nervioso y ansioso de pintar un cuadro si eso es algo que había hecho muchas veces antes?

Su mano temblaba ligeramente haciendo que gotitas de pintura celeste cayeran sobre el suelo de su apartamento, menos mal y había puesto papel periódico para no manchar el piso. Max sentía que su cabeza estaba en otro lado y que no podía concentrarse por completo, pensaba que quizás iba a echar a perder la obra o que no le quedaría como lo había proyectado en su mente e incluso en el boceto que previamente había dibujado, nunca antes se había sentido tan inseguro como ahora.

Suspiró, mirando fijamente el pincel que aún tenía en su mano y luego desvió la mirada hacia el lienzo, este apenas tenía un poco de color porque el neerlandés no había avanzado casi nada a pesar de llevar ya dos horas sentado frente a este.

Pasó su otra mano por su rostro en un gesto de frustración. Decidió acercar lentamente el pincel al cuadro, haciendo un pequeño trazo que por poco y le sale mal, la sensación de tener que hacer todo a la perfección y prolijo, lo ponía aún más ansioso que antes.

— ¿Qué es lo que te sucede? —la voz de Carlos lo hizo volver a la realidad.

Su amigo le había dicho que pasaría el día junto a él antes de irse a trabajar al bar. Así que ahí estaba, había llegado a las diez de la mañana y por suerte llevó el desayuno, porque de ser por Max, lo hubiera hecho morirse de hambre.

—No has pasado de eso y ya llevas mucho tiempo sentado ahí, ¿Te dio un bloqueo o algo? —nuevamente inquirió el de tez bronceada y se sentó en el suelo, a unos cuantos centímetros de distancia del rubio.

Max se volteó a mirarlo y dejó caer el pincel al suelo.

—No lo sé... ¿Puedes ir a la cocina y traer la botella de vino con unas copas? —le pidió en un tono de voz un poco más bajo de lo usual.

Jo, ¿A qué se debe este privilegio? —contestó el español, sonriendo de lado —. Tú casi nunca compartes de los vinos que te regalan tus clientes. Esto es inusual.

—Carlos...—pronunció su nombre con lentitud —. Solo ve a la cocina.

Sin dudarlo más, él mencionado se puso de pie y le hizo caso, a los pocos segundos apareció con lo que Max le había pedido y vertió el líquido rojo en un copa, para luego pasársela.

— ¿Me contarás qué es lo que te pasa?

El de ojos azules elevó su copa y bebió todo el contenido de un sorbo, sintiendo el amargo sabor del vino pasar por sus papilas gustativas y el ardor de su pecho al tragarlo por completo.

Carlos lo miró confundido, mientras él apenas daba un sorbo de su copa.

—No puedo pintar este cuadro —contestó el de ojos azules, mientras le mostraba la copa para que le sirviese más —. Y lo peor es que no es algo difícil.

—Entonces date un descanso.

—No puedo hacerlo, debo entregarlo lo antes posible para...—repentinamente se quedó en silencio y abrió sus ojos más que de costumbre.

¿Qué demonios iba a decir? ¿Para ya no ver a Charles? ¿Para desaparecer de su vida?

— ¿Para? —preguntó su acompañante.

—Para recibir el dinero y pagar la universidad —se mordió la lengua.

Desde que fue a la oficina del monegasco, no había parado de darle vueltas al asunto de su repentina aparición. Simplemente no lo entendía, le costaba creer que todo era una especie de coincidencia u obra del destino, porque habían cosas que de por sí se le hacían un poco raras.

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