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Esa noche casi no había podido dormir. Giulia me abrazó por la espalda y dejó un beso en mi hombro, acompañándome en esta dura decisión.
Me seguía sintiendo algo incomoda por lo que había pasado hoy, por la manera brusca en la que me dirigí hacia Rebecca, por la manera en la que tomé mis cosas y vine corriendo a refugiarme en los brazos de mi amante.
- Amor, ¿realmente querías dejarla? -preguntó, y me giré a verla.
- Claro que sí, haría todo lo posible por estar contigo. -dejé un beso en sus labios.- Pero no te voy a negar que fue difícil verla así, después de todo hemos sido novias por casi cinco años.
- Entonces significa que la sigues amando. -rodó sus ojos y fingió enojo.
- No. -dudé un poco.- A la que amo ahora es a tí.
Giulia había sido mi amante desde diciembre, exactamente siete meses fueron en los que engañé a Rebecca. Me sentía culpable por estar mintiendo, no quería romper su corazón pero era inevitable que pasara, después de todo no elegimos de quién enamorarnos.
Cinco años fueron los que pasé con Rebecca.
Teníamos dieciocho, éramos inmaduras y la vida nos llevaba a un camino incierto, lleno de incertidumbre, inseguridades y desafios. Pero lo único de lo que estabamos plena y completamente seguras, era de nuestro amor. Muchos nos decían que era la edad, que se acabaría rápidamente y que no sería para siempre, nos reíamos y decíamos que eso jamás ocurriría; pero ocurrió.
Giulia había llegado a mi vida para cambiarla.
Como último acto de amor hacia Rebecca, fui indiferente, aunque sabía lo mucho que le dolería, buscaba que me odie, que ya no me ame tanto como estoy segura de que lo sigue haciendo, quería generar un desprecio hacía mí de su parte, pero ella no era así; me amaría bajo cualquier circunstancia, con mucho furor y devoción. Pero ya no sentía lo mismo que ella.
No sabía cuando, ni cómo, pero ya no era como antes.
