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La vida impresiona a todos de distintas maneras, sean buenas, malas, tristes, raras. Hace exactamente cinco meses le había pedido matrimonio a la mujer que sigo amando, pero ahora las cosas son diferentes, me encuentro lejos de ella, nuevo hogar, nuevas personas, nuevo trabajo.
En cinco malditos meses cambió todo tan de repente.
Sonia me conoció una semana después del suceso, mientras lloraba en el bar, inmediatamente nos hicimos amigas y nos mudamos de ciudad juntas; fui bastante impulsiva, prácticamente era una extraña, pero ella me mostró un gran apoyo. Me dijo explícitamente que sería capaz de golpear a Freen en cuánto la viera.
- Felices cinco meses lejos de la maldita perra, Becky. -dijo Sonia, alzando la voz.
Todos en la ronda levantaron sus copas y brindaron, lo hice también, entre risas. Aunque todavía me dolía, Sonia hacía chistes para hacerme reír un poco.
- Oye, linda, no bebas demasiado. -dijo Maxine, la amiga de Sonia.
Le sonreí y bebí toda mi copa para llevarle la contraria. Ella soltó una carcajada y me pidió que la acompañara a fumar en el balcón.
- Sé que puede molestarte la pregunta, pero ¿Quién es la maldita perra de la que habla Sonia? -preguntó mientras prendía su cigarro.
- Mi ex novia. -contesté con nostalgia.
- Oh, mierda. Perdón por preguntar, no me incumbe. -habló rápidamente.
- No, tranquila. Mi ex se llama Freen, estuvimos juntas por cinco años, y hace exactamente cinco meses terminamos cuando le pedí matrimonio, fue algo ruda pero poco a poco voy superando ese día.
Maxine me miró con un poco de lástima y me abrazó. Correspondi el abrazo; hace tanto tiempo no sentía el calor y la ternura en una persona, y sólo bastó con un abrazo.
- Bueno, háblame de tí. -dije, rompiendo el abrazo, e intrigada por la historia de la chica.
- Hablarte de mí... -repitió pensativa.- Pues, vivo sola con mi hija, me quedé embarazada a los diecisiete y a mis padres no les hizo mucha gracia, mucho menos al novio que tenía en ese entonces. Por lo que he estado sola. -hizo una pausa para fumar.- Pero ahora estoy bien, mi hija ya tiene seis años, y somos muy felices.
Sonreí por el desenlace en su vida. Ambas habíamos sido abandonadas, pero de distintas maneras.
Tal vez fue por el momento "íntimo" o por deseo, pero nuestros labios se encontraron y se unieron en un hermoso beso.
