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Pasé a visitar a Sophie como se había hecho costumbre de todos los sábados por la tarde. Si bien Maxine y yo ya no estábamos juntas, habíamos quedado como buenas amigas.
- ¿Necesitas hablar? -preguntó Maxine.
Hoy era el tercer año de aquella tragedia. Tres años de aquella llamada del hospital.
- No. No quiero hablar de eso.
Maxine me comprendió y me abrazó. Ella siempre fue comprensiva conmigo y me trató con mucho cariño. Minutos después me despedí de ambas y subí a mi auto.
Pasé a comprar un ramo de flores de tu color favorito, casi tan hermoso como la mujer que los recibiría. Miré las flores por un momento con mucha nostalgia deseando que la razón de haberlas comprado sea otra.
Finalmente llegué a mi destino.
"Freen Sharocha Chankimha, descansa en paz, con amor, tus amigos y familia"
Limpié la lápida a pesar de que no estaba sucia, ya que todas las semanas pasaba a verte. Te hablaba de los momentos divertidos que pasamos juntas, de lo feliz que me hacía caminar contigo a dónde sea, recordaba entre risas las veces que te dormías en la mesa mientras desayunabas, y tus besos inesperados. Siempre guardo en mi corazón el recuerdo del amor más grande de mi vida, mi adorada Freen, la mujer que alguna vez aprendí a amar con mucho furor, y a la que amaré toda la eternidad, porque cuando sea mi último día, volveré a verte, porque sé que me estarás esperando, y si no lo estás haciendo, volveré a buscarte hasta encontrarte, y recordarte que siempre, pero siempre, mi amor te pertenecerá.
No quería llorar, pero lo terminé haciendo, como siempre. Te extraño, y mucho.
Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes.
Ojalá me hubiera atrevido a decirte que yo también quería que volvamos a estar juntas, que todo sea como antes.
Ojalá me hubiese animado a pensar en lo que realmente siento, a engañar a mi rencor y volver a enamorarme de tí.
Ojalá nunca me hubiese bajado de aquel auto ni me hubiese despedido de tí.
Ojalá nunca me hubiese obligado a tratar de olvidarte.
Deseaba que no estuvieses allí, que no hayas muerto en ese accidente, en cambio fantaseaba, todas las noches antes de dormir, con que ambas vivíamos una larga y feliz vida juntas, y que en nuestro último día, moríamos tomadas de la mano.
Pero sólo era una fantasía.
Me despedí de tí lanzando un beso, como siempre te gustaba.
Hasta pronto, Freen. Y sí, te lo repetiré todas las veces que venga a visitarte; yo también te amo.
