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Rosé corrió, intentó correr más rápido llevando su cuerpo a sus límites físicos. Sintió que la fatiga empezaba a envolverla y a agotar la energía de sus músculos. Las gotas de sudor se resbalaban por los costados de su cara mientras sus pies golpeaban dolorosamente el suelo de concreto. El dolor subió por sus piernas y se extendía como un dolor sordo por el resto de su cuerpo. Aun así, siguió corriendo.


Detrás de ella había un gran monstruo morado, era pegajoso y grotesco, gordo y redondo. Por su aspecto, no debería ser capaz de correr tan rápido. Pero podía, y perseguía a la pobre Rosé. De su boca goteaba saliva, pero Rosé realmente no podía verlo. No se molestó en darse la vuelta para mirar; sólo le quedaba adivinarlo por los horrendos sonidos que emitía la criatura.

De repente, Rosé tropezó con un hueco en el suelo, cayendo de cara contra el piso. Rodó para intentar levantarse, pero ya era demasiado tarde. La criatura ya estaba cerca de ella, cada vez más cerca, y...

Rosé se despertó con un jadeo. Tenía una fina capa de sudor en la cara y el corazón se le aceleraba como si acabara de correr un maratón. Pero aparte de eso, estaba en la comodidad y seguridad de su cama, y no en el nivel del jefe de su video juego. En ese momento sonó el despertador de Rosé y se acercó para apagarlo. Menos mal que no había durado demasiado su pesadilla, sin duda no había sido su mejor siesta.

Rosé suspiró, tratando de calmar su corazón acelerado. Tenía que dejar de jugar tanto a los videojuegos, sobre todo a altas horas de la noche. La rubia saltó de la cama, se dio una ducha rápida y terminó su rutina antes de bajar las escaleras ya vestida con su uniforme escolar.

Miró rápidamente al alrededor; la casa estaba vacía. Como de costumbre, su padre ya se había ido a trabajar. Rosé no se sentía enojada, ni triste, no sentía nada.

Estaba acostumbrada a que su padre no estuviera con ella en casi todo el día.  Su padre era un hombre muy ocupado, ya que era el CEO de una gran empresa financiera. Era alguien adicto al trabajo había pasado la mayor parte de su vida construyendo su carrera y no sabía expresar bien sus sentimientos con las personas cercanas a él.

Rosé no tenía una mala relación con su padre, pero tampoco estaban muy unidos. A la rubia no le importaba eso porque su padre siempre había sido así desde que tenia memoria. Además, aveces le gustaba tener paz y tranquilidad en casa.

Rosé estaba en tercer curso en la escuela de arte Hanlim Multi,  era un año mas joven que todos sus compañeros de dieciocho años con sus humildes diecisiete. Era lo bastante lista como para saltarse un curso escolar completo a pesar de que le disgustaba bastante la escuela. Solía hacer lo mínimo para sacar buenas notas y dedicaba el resto de su tiempo a actividades de su club, a los amigos o a los videojuegos. Sus maestros siempre se enojaban con ella por no estudiar más y ser aplicada en todas sus clases para desarrollar todo su potencial, pero Rosé era más feliz sin hacer nada de eso.

Ese día, la escuela para Rosé transcurrió como de costumbre: clases aburridas y, en matemáticas, había una tarea que Rosé olvidó hacer.

Su profesor soltó un suspiró harto al oír una excusa nueva proveniente de  Rosé. — Chaeyoung. . . Solamente tráelo mañana.


Rosé asintió incómoda. Odiaba admitirlo pero, recibía un trato especial de algunos profesores porque era popular en la escuela al ser parte del equipo de Basketball, y más al ser la capitana. Se sentía mal, pero eso le beneficiaba en varias cosas, así que fingía hacerse la desentendida.

Otra gran parte de los días escolares de Rosé era salir con sus amigas Joy, Lisa y Irene. Eran sus compañeras de clase y también sus mejores amigas en la escuela. Además, conocía a Lisa desde que ambas eran niñas, así que naturalmente eran las mejores amigas.

𝐒𝐈𝐍𝐅𝐔𝐋 𝐏𝐀𝐒𝐒𝐈𝐎𝐍 | ᴄʜᴀᴇɴɴɪᴇ ɢ!ᴘWhere stories live. Discover now