2. LA AMBICIÓN DE UNA OMEGA

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KAHNARA CAVALIER

El recorrido se hacía eterno, a pesar de que no paramos por nada, ni cuando se nos unieron tres tropas más con betas y omegas de otras manadas.

Jamás había salido del límite de mi manada, el bosque se volvía más espeso y feroz a medida que nos acercábamos a nuestro destino. Es como si la naturaleza quisiera advertirnos de los peligros que nos asechaban.

La luna cambia nuevamente de posición el cielo y los caballos comienzan a trotar con calma, cruzamos un puente largo y veo como el omega castaño frente a mí remueve a su compañera para que observe lo que está a mis espaldas.

Con cuidado asomo la cabeza con fuera de carruaje, después de una laguna cristalina y un jardín perfectamente cuidado, con las flores y arbustos más hermosos, se encontraba el castillo Eckvan, son cuatro torres, que parecen tener la intención de tocar la luna, murallas que son impenetrables, y abarcaba tanto espacio que cabrían tres pueblos a la vez.

Demasiado para una familia de siete personas.

Nos llevan a lo que parece ser la parte trasera, guardias abren las enormes puertas y los carruajes se estacionan en un patio. Nos bajan a empujones para formarnos en una hilera, solo a los omegas y yo me estoy empezando a asustar.

Sabrán que no soy omega.

Mierda, no pensé en nada.

A pesar de que mi cuerpo es pequeño y delgado como ellos, los híbridos podían oler sus hormonas, cosa que era imposible en una bruja.

—Tardaste un montón, Dominik— Una mujer regordeta y de mediana edad regaña al jefe de tropa.

— Que fácil para ti decirlo cuando no recorriste media nación, soportando llanto tras llanto, prefiero la sordera que oír otro chillido — Suelta él, molesto. —Termina ya, Dalma, y más te vale que nos tengas algo decente para comer.

—Aquellas que no elija, puedes servirlas a los chicos— Dictamina ella, con indiferencia.

Esos nos pone nerviosas a todas, y unas comienzan a llorar nuevamente, provocando que Dominik ruede los ojos con fastidio. La mujer castaña observa unos segundos a los y las omegas, eligiendo a los más jóvenes, los más fuertes, los que sabían hacer labores domésticas.

Llevaba doce elegidos de los treinta que habíamos en la primera hilera. Oculto con discreción mi bolso debajo de mi capa, y paso saliva. No elige al chico junto a mi. El corazón me retumba con fuerza queriendo escapar, eso llamó la atención de los ojos negros de Dominik.

Dalma, aquella mujer de ojos marrones, se posiciona frente a mí y frunce el ceño de inmediato al fijarse en mis detalles.

—¿Sabes cocinar?—Preguntó, miento y asiento. — ¿Lavar ropa y vajilla?

—Sí—Respondí segura.

Alza su ceja al ver que no baje mi tono de voz.

—No te creo— Me tenso cuando toma una de mis manos y toca mi palma. —Tienes manos suaves y cuidadas, como las de una princesa, estoy segura de que no sabes hacer un carajo.

—¿Qué importa?—Salta Dominik. —Es hermosa y eso es suficiente para trabajar aquí.

Me siento completamente asqueada de la forma que me mira ese híbrido.

—Tal vez demasiado hermosa, la reina fue muy clara en que no quería arpías en su castillo—Dijo ella. —¿De qué manada vienes?

Relamí mis labios.

— Favre — Mi tono bajaba cada vez más.

La híbrida suelta mi mano y da un paso atrás, barreándome con una mirada de sospecha.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now