LOS CELOS ECKVAN, PARTE 2

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KAHNARA CAVALIER

Diana suelta un comentario que hace reír a Kassia, y me deja sorprendida, ya que veo en la princesa una sonrisa divertida, es genuina, pero inquietante, quizás porque no me la creo del todo.

—Quiero que me ayudes con Diana, necesito que acepte casarse con Kassia—Rhea rompe el silencio con un murmuro cerca de mi oído. Fruncí el ceño. —Y solo para que sepas, no te lo estoy pidiendo, es una orden.

Giro mi rostro para verla, grave error, ya que no me había dado cuenta de nuestra cercanía.

—Por supuesto que lo sé— Arquea sus cejas, sorprendida. Vuelvo la mirada al frente, a Kassia, mi hermana— Usted es la heredera al trono ¿Por qué no la obedecería?

—No lo sé, tiene una tendencia a la rebeldía—Insinúa. Hago una mueca, arrugando mi rostro— Y hacer caras feas.

—Si me lo pregunta—Digo, sin esperar su autorización para continuar. —El amor no es algo que requiera ayuda, puede surgir de maneras y circunstancias inimaginables, pero no lo hará si lo fuerzan. Y menos cuando se trata de alguien con el carácter de la princesa. El amor puede ser todo, pero jamás será dócil.

Además, no quiero ser cuñada de una Eckvan, ni en mis peores pesadillas.

—Tiene tantas facetas, señorita Nara, y sorprendentemente ni una de ellas sabe como montar un caballo —Comenta. Me encogí de hombros. —Pero para su pesar, el amor no es esencial en el matrimonio y menos cuando se trata de la unión con uno de nosotros.

Ha de ser por eso que nos hacen la vida imposible a los que sí podemos amar.

—Es una pena, en verdad—Suspiro. —Pero haré lo que pueda.

—Me temo que esa no es la actitud que deseo—Susurra. —Lo harás bien y con buenos resultados o te mando remando en una balsa al norte para que te cases con Stephen.

Está bien, tonta de ojos disparejos.

—Como ordene, Alfa— finjo una voz amable.

Chasqueo mi lengua, molesta, porque nuevamente vestido se me sube a las rodillas y trato de acomodarlo. Ella nota mi pelea con el vestido y suelta una risita.

—Nos es nada cómodo montar con vestido, ¿Verdad?—Me pregunto.

—Los detesto.

Llegamos al final del enorme campo, donde debajo de sauce, se encuentra una mesa larga con frutas, pasteles y copas de oro, me sorprendo ver quienes estaban sentados debajo de él: El rey y la reina, junto a su hijo Kaiat y su hija Yris.

Pero lo que me paralizo fue ver a la mujer que está sirviéndole vino al rey, ella no sabe de nuestra presencia, pero reconozco ese largo y sedoso cabello negro: Denisse.

Diosa, me va a matar si me ve en el cabello de la mujer que tanto desea.

Rhea se desmonta con destreza, sin dirigirme la mirada, y acaricia el cuello de su yegua, como si se tratara de una tela delicada, entonces por primera vez veo una sonrisa, que parece ser honesta en ella.

—Muy bien, Calyst—Le susurra.

Eso me divierte, tanto que olvido que los demás nos pueden ver, y suelto risita. Ella dirige sus ojos disparejos directamente a mi rostro, tornándose seria.

Es mejor bajar de su yegua, porque esa mirada está que me corta la cabeza.

Muerdo mi labio inferior, y observo el piso y lo lejos que estoy de él, vuelvo a mirarla, con una mirada temblorosa. Ella rueda los ojos, y envuelve sus manos fuertes en mi cintura para bajarme.

The Black OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora