8. LA CAPITAL

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KAHNARA CAVALIER

—¿No te inquieta la idea de que Rhea pueda aparecer en cualquier momento?—Le pregunto.—Es un burdel.

Nos encontrábamos en la mitad de la ciudad, caminado entre las sombras. Y a pesar de estar a poco tiempo de que el sol emerja nuevamente, la gente caminaba como si no se fueran a pulverizar si apenas los toquen la luz solar.

Diana se termina de limpiar la cara, para después responderme.

—A Rhea no le gustan esas cosas— Responde antes de esbozar una sonrisa—Dice que pagar por sexo es para la gente fea y a juzgar por la forma en la que la mirabas mientras te enseñaba a montar, te diste cuenta de que mi hermana es todo lo contrario.

Carraspeo de inmediato.

—Yo creo que es muy egocéntrica para tocar a una mujer que haya sido tocada por otra persona—Mascullo, mirando al frente.

Diana me mira.

—Mi hermana no es el monstruo que piensas, Nara— Suelta con sentimiento. —De hecho, con las mujeres de su vida, es muy dulce.

Lo dudo mucho.

—¿Las mujeres de su vida?

—Mamá, yo y su esposa—Dice. Eso me sorprende. —Si vieras el castillo que le hizo a Sereh...—Suelta un suspiro.—Digno de una reina... La próxima reina del mundo.

Sereh.

Así que ese es el nombre de su esposa.

—Pero si realmente fuera muy dulce, como dices, la respetaría y no le sería infiel—Recalco con enojo.

—Creo que ellas hicieron un acuerdo, o algo así—Contesta, no muy segura.—Rhea y Sereh nunca hablan de eso, su matrimonio fue arreglado.

Asiento y no insisto más en el tema, porque seguramente me saldrá también con que "estoy celosa de Rhea" Solo de pensarlo se me revuelve el estómago. Pero había un asunto más importante que tratar, el de mi hermana Kiara.

—¿Qué hay entre Rhea y Kiara?

Nos detenemos, ella de un manotazo gira mi rostro hacia ella.

—¿Hablaste con ella?—Niego de inmediato, ella se cruza de brazos. —No te metas en lo que no te incumbe.

Vuelve a caminar.

—Sí, me incumbe, es mi herma...

Llegamos al burdel ¿Cómo lo sé? Un borracho con los pantalones abajo es arrojado a mis pies desde una enorme estructura con el techo de vidrio. Me pego a Diana, y cubro mi ojo izquierdo con la capa para no observarlo y trato de imitar su rostro serio e intimidante.

Entramos, mi cara se arruga al sentir cinco olores distintos a la vez: sangre, sudor, alcohol, perfumes y otros fluidos que hacen que mi cabeza de vueltas. La cantidad de híbridos haciendo 'eso' es incontable por la poca luz del lugar, solo dos candelabros estaban encendidos.

¿Es que acaso no hay cuartos aquí? ¿Qué clase de burdel no tiene cuartos?

Los cuerpos de humanos con el cuello roto decoraban el piso como si tratara de una guerra. La sangre hacía charcos en las esquinas y ya habían vaciado la mitad de la taberna.

—Ahí está la malnacida— Susurra Diana.

Dirige mis ojos a la dirección que su dedo me apunto. Veo una pelinegra, coquetear con una híbrida rubia en una esquina del bar. Diana no espera un segundo para ir hacia ellas. La veo abrir paso entre la gente con furia.

Un olor intenso a alcohol se instala en mi oreja derecha. El asco que me produjo fue tanto que saco mi daga de la cintura, y pego el filo en el estómago del hombre. Sus ojos se agranda al sentir la punta y se aleja unos pasos.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now