11. LA PEOR BRUJA DE LA HISTORIA

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KAHNARA CAVALIER

Jamás había estado cerca de unos brujos sin rostro. Mi abuela me contó muchas historias sobre ellos. Su apariencia es cubierta por una capa de una tela tan pensada como dos rocas enormes. La magia entre sus manos solamente es negra. Y por usarla hay que pagar un precio, ellos ofrecen su belleza a cambio del poder.

El hecho que Vikrram, el alfa de los híbridos salvajes, tenga a dos de su lado, lo hace superior a los nocturnos.

—¡He traído un regalo!—Exclama Vikrram, captando la atención de todos los invitados—Sé que pueden poseer todo, excepto una cosa. Y realmente, ni el fuego de mil hogueras se puede comprar a su calor.

Diana, que permanece a mi lado, alza una ceja, intrigada por el regalo del primer híbrido salvaje.

—Le he traído a la princesa Diana…—La mira, con sus ojos negros e intenso—Un pedazo de sol.

Los dos brujos se juntan en medio de barco y une sus manos grises. Mientras Rhea los vigila desde la popa en el segundo piso, con una mirada tensa. Guardias rodean a la familia real, y sostiene el mango de su espada, por si hay que desenvainarla pronto.

Diana y yo somos las únicas que damos un paso adelante, hacia los brujos sin rostro. El interés en el rostro de Diana era evidente, que provocó que en el rostro, ya maduro de Vikrram, se formara una sonrisa.

—Lemqodun— Se escucha decir dentro de las capuchas de los brujos.

Una bola naranja ilumina toda la cubierta y se impulsa hasta sobrepasar el mástil más alto, transformando una parte de la oscura noche en día.

Jamás había visto algo así.

Una mueca parecida a una sonrisa se expande en el rostro bello de Diana. Noto como sus ojos viajan a una esquina del barco. Mi corazón se acelera al ver a mis dos hermanas ahí, junto a la princesa Yris. Las tres expresaban algo diferente.

Mientras Kassia tenía la mandíbula tensa, y parecía que estallaría en cualquier momento contra Vikrram. Yris y Kiara, esbozan una expresión seria con pizcas de asco… o quizás envidia.

No, mi dulce Kiara no es así.

—Ni el diamante más grande, superará mi trozo de sol, hermana—Susurra Diana, sabiendo perfecto que Yris la escuchaba.

La pelirroja mimada aprieta la copa de oro en su mano y le voltea el rostro con resentimiento. Kassia se aleja bruscamente de Kiara y se dirige a pasos duros al otro extremo de la cubierta.

—¡Diana, ven agradecerle a Vikrram!—Ordena el Rey, de forma fría y con una mirada de amenaza.

Diana suspira, y pasa saliva, se encamina con lentitud hacia los dos hombres, los dos híbridos que iniciaron el calvario para el mundo entero. Pero se detiene cuando me ve a su lado.

—¿Qué?—Pregunto.

—Ve a cambiarte—Exige en un susurro. —No quiero que mi doncella parezca una pordiosera. En la última habitación deje el otro vestido y límpiate el rostro.

— Si intenta algo, háblale a Rhea—Susurro.

Niega con la cabeza.

—A ella no le gusta derramar sangre en su barco. Dice que trae mala suerte—Dice. —¡Ve!

Asiento, apresurada. Se acerca a los hombres, y puedo notar como sus manos tiemblas cuando el salvaje sonreí mostrando sus colmillos. Un escalofrío recorre mi espalda al notar la abismal diferencia de altura entre la princesa y ellos.

Dos enormes lobos cazando a un ratón.

—Fue dotada de una gran belleza, ¿Verdad?—Exclama Hayes, con una sonrisa de falso orgullo. Acaricia el hombro de la pequeña, como el “buen padre”. —De mis hijas, la más hermosa.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now