EN LA LUNA LLENA, PARTE 2

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KAHNARA CAVALIER

El cielo nocturno era un manto negro con una escasa estrellas, las antorchas iluminaban cada rincón del gigante castillo que alberga demonios de todos los tipos. Y yo estoy de camino a encontrarme con el más peligroso.

Mi cabello está trenzado en una sola trenza, pero muy elaborada, traigo el chaleco, pantalones nuevos y unas botas negras con detalles en plata.

Si logró sacarla de la habitación, todo es mío.

Estoy armada de valor, este era un peldaño alto que escalar para acabar con el reinado de Hayes y apagar el fuego destructivo que se esparce cada vez más a medida que se acerca el día de que Rhea ascienda al trono y todos nos vayamos al carajo.

Dominic se separa de mí cuando llegamos al pasillo donde se encontraba su exorbitante habitación y desaparece en un instante. Dos guardias armados custodian las puertas, serios y atentos a un ataque, notaron mi presencia desde mucho antes.

—Dalma me envió—Miento con facilidad.

Ellos se miraron, nada sorprendidos, y él más grande asiente, el otro toma impulso y abre las pesadas puertas, sin preguntar más.

Rhea se encontraba en un largo sofa negro con patas de oro, con la capucha de híbrido salvaje puesta, en sus manos tenía un enorme libro que lee con suavidad, parecía poseía. Ruedo los ojos. Es experta, sin duda.

A su lado hay una omega rubia, que recarga la cabeza en su hombro, observándola con un brillo en sus ingenuos ojos. A entremedio de sus piernas, sentada en alfombra lujosa, hay una pelinegra sonriente que le ofrece uvas. Detrás del sofa y de pie, pero inclinada para quedar a un costado de su rostro, hay una castaña de ojos verdes, escuchándola con atención mientras enroscaba los mechones rojos de Rhea en sus dedos.

Las tres carecían de ropa, puedo verles la espalda, y los muslos, ya que ese pedazo de tela

Doy por sentado que en este mundo, no hay alfa que la pase mejor en luna llena que Rhea Eckvan.

—Alfa... Dalma le envía otra—Anuncia, el guardia más grande después de reverenciarse ante ella.

Mi cuerpo se heló cuando levanta la vista del libro, esos dos ojos disparejos de color, uno azul y otro dorado como la miel, me miran un momento que pareció una eternidad. Asiente lentamente, sin quitar la mirada de mí ni yo de ella, y los guardias cierran la puerta detrás de mí.

Aprieto mis manos detrás de mi espalda para mantener mi postura recta, y muerdo mis labios, tratando de ser discreta, para que no huela el miedo en mí. El nerviosismo no puede ganarme. Las omegas me miran con seriedad, y de verdad me sorprende que ninguna de ellas sea Denisse.

—¿Dalma te envió aquí en contra de tu voluntad, Nara?—Pregunta.

No sé qué me impacta más en este momento: Que se acordara de mi nombre o su pregunta que parece detonar preocupación.

—Yo se lo pedí —Murmuro, a duras penas, porque de un instante a otro me encontraba sin aire.

Mi madre me enseño que no había más peligroso que los híbridos, salvajes y nocturnos, pero hay algo más que los hacía letales, cuando sus ojos se pintan de amarillo, es ahí cuando sabes qué está pensando hacer contigo y solo son dos opciones.

Y ese destello amarillo que atravesó por su mirada me avisa que entre a la boca del lobo y debo moverme con cuidado. La omega rubia se agarra de su brazo, como si quisiera evitar que se aleje de ella.

—Quiero que me enseñe a montar, Alfa—Me apresuro a decir, porque estoy empezando a creer que es capaz de tomarme mientras las omegas nos miran.

Pero ese amarillo se intensifica sin razón y el rostro perfecto de la Alfa infame se tensa de ¿Enojo?, y ahora un escalofrío recorre cada parte de mi cuerpo. Ahora sí puedo hacerle a Diana una lista de veinte cosas que pueden salir mal.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now