10. SALVAJES

1K 105 36
                                    

DIANA ECKVAN

Abro la puerta principal de la habitación de Rhea, cuando Dalma cierra de la sala, encerrando a Nara junto a mi hermana, dejándome sin oportunidad de oír su conversación.

Sé que Nara no abriría la boca, o la más jodida sería ella.

Al poner un pie en el pasillo, me encuentro con esos molestos ojos verdes. Kassia no me ha dicho ni una sola palabra desde su regreso, ni un halago o una broma sobre las pocas pecas de mi rostro o mi baja estatura.

Está molesta, y se le nota en su ceño fruncido, que agrega una línea más cada vez que me mira. Me dispongo a ignorarla también, porque las princesas no le ruegan a nadie.

Me encamino con el mentón en alto hacia la salida del pasillo, pero su presencia letras mi se siente inmediata, haciéndome sonreír. Doy media vuelta, sintiéndome victoriosa.

—¿Por qué me sigues?—Le pregunto.

Ella mantiene el rostro frío.

—Debo asegurarme que ninguna salvaje intente llevarsela de camino a su habitación, princesa— Musita con una insípida formalidad.

Alzo una ceja mirando directamente a los ojos bonitos que tiene, ladeando mi cabeza.

—¿Solo me acompañarás? ¿O entrarás conmigo?—Le cuestiono en un susurro.

—Solo te acompañaré.— Hago una mueca, frunciendo los labios.— Ya no voy a ser tu juguete cuando te aburres de tu otro juguete

—Es una pena, te estabas convirtiendo en mi favorito— Le suelto en la cara. Ella tensa la mandíbula y sus pupilas se tornan levemente amarillas. —Entonces le diré a Rhea que te atreviste a deshonrarme antes del matrimonio y perderás la cabeza.

Paso por su lado, dirigiéndome a la puerta. Me toma del brazo para evitar que de un paso más. Su agarre me duele, pero mantengo mi rostro firme para que ella no lo note.

—Me dijiste que ya no seguías encontrándote con la salvaje esa—Acusa con ferocidad. —Parece que la mentira es tu segunda lengua.

—¿Sabes que tiene Ziah que tú no?—Me elevo en las puntas de mis pies para acercarme a su rostro. —A ella no la manda nadie, ella me toma cuando quiere, no cuando Rhea no está en el castillo— Espeto. —No quiero ser esposa de una esclava.

Se separa de mí bruscamente cuando las puertas se abren. Dalma sale, fijándose de inmediato en nosotras, levantando ligueramente una ceja. Kassia baja la mirada al piso, para calmar el amarillo en ellos, y que la híbrida chismosa no descifre lo que estaba pasando.

Dalma prácticamente la había criado junto su gemela molesta. La conocía a la perfección, sabía de su obsesión por mí, y ella jamás lo ha dicho, pero no me quiere cerca de Kassia.

Y lo ha demostrado con su incesantes intentos de casarla con muchachas de la ciudad.

Cuando dirige su mirada juzgadora hacia mí, esbozo una sonrisa de oreja a oreja, pero esta fue efímera.

—Princesa, su desayuno está servido en la oficina de su padre.

Mi corazón acelera sus latidos, y son tan bruscos y con fuerza que lo siento en la garganta.

—¿Ya volvió?—Pregunto.

Dalma asiente.

—Y pidió que vaya de inmediato—Dice, su mano envuelve la muñeca de Kassia y la aprieta. —Sola.

La piel se me eriza al oír esa palabra. Estar a solas con él. No soy capaz de mirar a Kassia, de nada servía pedirle ayuda. La única que podía salvarme estaba encerrada con Nara ahora mismo. Y si tardaba un segundo más, me iría peor.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now