Te haré recordar Caperucita.

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Erik

Estamos perdidos por decirlo de alguna manera en un espacio, donde el tiempo no transcurre, no hay días ni noches, por momentos, dejamos de estar, y por otros no sabemos cómo o porque tenemos que salir de situaciones poco lógicas, pero lo único que tengo claro, es ver que las cosas no pasan por gusto, y esa noche lo tuve claro, ella era la indicada.

"Esa noche, te la haré recordar Caperucita"

Parecería que esa noche en el restaurante de mis padres iba a hacer muy aburrida, no teníamos tanto movimiento como otros días, y eso lo agradecí, realmente estaba cansado.

Estaba lleno con los estudios y solo recién había terminado mi carrera de psicología, más la carrera de catador de vinos, esta última por obligación a la familia.

Teníamos aparte de una cadena de restaurantes, un gran viñero al sur de Italia y mis padres al ser yo, único hijo, se dieron a la tarea de inculcar en mí, todo lo referente al arte culinario, y el mundo de los vinos.

Aún sabiendo que me había hecho sicólogo, y que esa era mi pasión, ellos nunca dejaron de tenerme fe, y dejaron que yo escogiera mi vida, pero sin dejar de atender lo que tanto les había costado conseguir en la suya.

Recuerdo ese día, estaba en la pequeña barra conversando con uno de los Bármanes, está estaba situada a un costado del gol o entrada del restaurante, luego le seguía el gran comedor, y allí hizo su entrada una linda chica, con un despampanante vestido rojo.

-Hey Lucas, mira que lindura acaba de entrar -Le hago una señal y esté mira en esa dirección.

-Está muy normalita -me dice con una mueca.

-Esas son las mejores, agarras naturalidad pura -Nos echamos a reír.

François está en la entrada del restaurante y es la encargada de recibir a los clientes, me hace una seña y me acerco, camino en su dirección.

-¿Puedes llevarla a su mesa? Los demás, si están trabajando -Me comenta en voz baja y haciéndome un guiño.

-Como usted ordene, señorita ¿Cuál es su puesto?

-Es La 22 y por favor, atiéndela también -Se vira hacia ella y me señala -Haga el favor de acompañar al joven, la llevará a su mesa.

Voy acompañándola y le miro de reojo para poder ver más de cerca a esta linda mujer cita.

«La noche promete»

Estamos conversando muy cómodamente, cuando le veo transformar su cara al escuchar a la persona detrás de mí.

Por lo que logró escuchar, parece ser el fantasma de su novio haciendo su entrada.

«Pero ¿Por qué trae a la otra mujer a su cita? O a este se le a safo un tornillo, o pretende morir hoy"

Al vernos tan comunicativos a mí y a Caperucita, el tal Germán se ha puesto en plan de macho alfa y quiere lucirse a costa de mi persona.

«Creo que alguien necesita que se le ubique en su lugar, ¿Tendré que ser yo quien lo baje de su pedestal?»

Pienso aprovechar cualquier momento para hacerle saber que no soy cualquier competencia, soy la mejor.

Después de los atragantados y risas me dispongo a seguirle el juego a mi linda comensal, mi Caperucita y me dispongo a traerles la botella de vino más cara, solo hay que ver lo asustado que está, es para morir de la risa, pero me aguanto y hago mi mejor actuación.

-Enseguida les traigo la botella.

-¡No, no, no! Espera, no puedo pagar esa suma, y menos por un vino -me dice nervioso.

Atrapada Where stories live. Discover now